Miles de egipcios comienzan a concentrarse para la gran marcha

 Hoy es el gran día marcado por la oposición egipcia en su pulso para lograr la caída del régimen de Hosni Mubarak. El Cairo es escenario esta mañana de una multitudinaria marcha (los organizadores esperan reunir a más de un millón de personas) para exigir reformas democráticas y el final de la actual presidencia. El lema es "Abajo Mubarak, todos contra Mubarak", y la protesta está previsto que arranque al mediodía (hora local). Ya desde primera hora la plaza de Tahir, epicentro de la revuelta, ha ido llenándose de miles de personas que están tomando posiciones y uniéndose a aquellos que, una noche más, han acampado en la plaza desafiando el toque de queda impuesto por el Gobierno cuando se iniciaron las protestas hace ocho días.
Después de que ayer el Ejército considerara "legítimas las protestas" y anunciara que "no recurrirá al uso de la fuerza contra el pueblo", el despliegue de soldados esta mañana alrededor de la plaza únicamente sirve para canalizar la entrada a la misma de los miles de manifestantes.

La gente se agolpa en torno a las dos únicas vías para acceder al recinto, porque las otras cinco calles que culminan en la plaza han sido cerradas por los soldados como medida de seguridad. Los uniformados que flanquean las entradas se ciñen a identificar a los manifestantes y, si acaso, revisan las mochilas o bolsas que portan consigo. Los cientos de periodistas internacionales que cubren la crisis en Egipto tampoco están teniendo problemas para entrar e informar desde el interior de la plaza.

Mosaico social

Según van pasando las horas, cada vez son más los reunidos en el centro de El Cairo. Hay gente joven, familias enteras con sus hijos, muchos de ellos bebés, y egipcios con mayor poder adquisitivo que están aportando dinero para sufragar la comida y el agua para la multitud. Cada uno cuenta su historia, cómo está viviendo estos ocho días de revolución ciudadana contra la opresión de un régimen que tras 30 años en el poder parece tocar a su fin. En el centro de la plaza, además de pancartas en las que se exige la dimisión de Mubarak y el regreso de la democracia, se ha instalado una gran pantalla en la que se están proyectando fotos de las protestas para romper así la censura de la prensa oficial egipcia, que no está informando de lo que ocurre en la calle.

A la espera de conocer si a la protesta acudirá el líder opositor y premio Nobel de la paz Mohamed ElBaradei, su partido, la Asamblea Nacional para el Cambio, sí que estará representado por destacados líderes como Hamdy Kandil, escritor crítico con el régimen.

El Cairo no es la única ciudad donde hoy el movimento anti Mubarak exhibe su fuerza. En Alejandría (al norte del país) se desarrolla otra marcha del millón. Para amortiguar el impacto de ambas movilizaciones, el Gobierno ha decretado el cierre del servicio ferroviario y de muchas carreteras.

Entretanto, ElBaradei, en declaraciones recogidas por The Independent, se ha mostrado convencido de que Estados Unidos, tradicional aliado de Mubarak, ha perdido la confianza en él y es consciente de que sus días "están contados", al tiempo que ha condenado los "actos criminales" cometidos por el régimen para perpetuarse.

Respaldo del Ejército

La balanza egipcia parece definitivamente decantada. Un portavoz militar anunció anoche que el Ejército considera "legítimas" las reivindicaciones populares y que no reprimirá la revuelta. Muy significativamente, la declaración fue ayer emitida por la televisión oficial de Egipto. El fin del faraón podría estar muy próximo. Con Internet inhabilitado desde hace cinco días, Facebook y Twitter , las herramientas que sirvieron para convocar las primeras protestas, y el anuncio del ministro de información de que en las próximas horas cortarán las redes móviles, ha dejado paso a medios menos sofisticados. Durante todo el día de ayer, los jóvenes recorrieron con megáfonos la plaza de la Libertad, el simbólico epicentro de la revolución, llamando a la gente a acudir hoy a la gran protesta cuando se cumple la primera semana de revuelta. "Abajo Mubarak, todos contra Mubarak", gritaba una muchacha a través del altavoz. "Pueblo egipcio, únete a nosotros, no dejes que te callen", se desgañitaba.

Los convocantes de la protesta seguían con su revolución sin ocuparse demasiado de lo que ocurría en los despachos, donde la clase política egipcia intentaba ponerse de acuerdo sobre cómo encarrilar una transición que depende de que el faraón Hosni Mubarak abandone su trono . "Son los jóvenes los que siguen liderando este movimiento", explicaban algunos de los representantes del movimiento opositor Ghad, dirigido por Ayman Nour. "Estamos unificándonos en un frente común", decía un dirigente del grupo disidente Wafd.

"No es el momento de estar pendientes de quién liderará el cambio de Gobierno", afirmaba Mohamed Waget, líder de los socialistas revolucionarios. "Aún permanecen divididos y es necesario que primero se pongan de acuerdo entre ellos. Nosotros lo único que queremos es ver al mayor número de gente en las calles". Para lograrlo, señalaba que la línea telefónica fija y los móviles, que siguen dando problemas, han sido los transmisores principales. Ante ello, Google anunciaba esta madrugada (hora española) que ha desarrollado una herramienta para que los ciudadanos puedan tuitear pese a la interrupción de las comunicaciones móviles e Internet.

La compañía, explica, ha puesto a disposición de los usuarios tres teléfonos internacionales en los que pueden dejar un mensaje de voz y el servicio instantáneamente tuitea el mensaje con el tema #egypt. Los tres números para llamar son +16504194196 o +390662207294 y +9731699855.

El día comenzaba ayer con una convocatoria de huelga de transportes que dejaba sin acceso a la capital a quienes se acercan desde las poblaciones del valle del Nilo. Tampoco daba mucha confianza a los manifestantes que permanecían al anochecer en los jardines de la plaza el regreso de la policía a las calles. "Muchos de nosotros hemos decidido pasar aquí la noche, en previsión de que mañana intenten impedírnoslo", aseguraba Mahmud que, con su padre y sus dos hermanos acarreaba mantas, comida y agua.

Tanto los políticos como la sociedad civil esperan repetir hoy el éxito de participación que las protestas han tenido desde que hace una semana estalló una revuelta que quiere llevarse por delante 30 años de dictadura. "La marcha del millón", explica Waget, "es nuestro objetivo". "Queremos la derrota del sistema", abundaba Jaled Abo Aeda, líder sindical independiente. "Y para eso vamos a conseguir que todos estén en la calle".

El descontento de la población, que empieza a sufrir los efectos del desabastecimiento, puede incidir en el resultado de la convocatoria. No hay dinero en los cajeros automáticos y, previsiblemente, millones de funcionarios y jubilados no van a poder cobrar sus salarios y pensiones. Tampoco ayuda el hecho de que comprar pan, la base de la alimentación del pueblo egipcio, empiece a resultar una complicada aventura. A primera hora de la mañana de ayer, un anciano cargado con un enorme cesto de hogazas era abducido por una multitud que se llevaba las tortas de pan de veinte en veinte, sin escuchar las súplicas del vendedor para hacer un reparto más equitativo de la mercancía.

"Ya queda cada vez menos. Si no lo conseguimos este martes [por hoy] lo haremos el viernes. Saldremos todos los días hasta que acabemos con el régimen de Hosni Mubarak", concluye el socialista radical Waget.

El vicepresidente de Egipto, Omar Suleiman , afirmó ayer que Mubarak le ha pedido iniciar un diálogo con todos los partidos políticos sobre las demandas de los manifestantes que piden reformas constitucionales y legislativas.

Protestas "legítimas"

Desde el estallido del movimiento popular contra la dictadura, las esperanzas de los egipcios se depositaron en el Ejército. Los militares son queridos por la gente y claramente cortejados por la incipiente plataforma política de oposición. También constituyen, sin embargo, la columna vertebral del régimen: el presidente Mubarak es un hombre del Ejército, como lo fueron los dos anteriores presidentes, Nasser y Sadat, y como lo son el nuevo vicepresidente, Omar Suleimán, y el nuevo primer ministro, Ahmed Shafik. Esa ambivalencia explica la extraña pasividad y la difícil neutralidad mantenida hasta ahora por la institución.

El Ejército egipcio es a la vez poderoso e impotente. En una situación de suspenso, como la que vive el país desde el colapso policial del viernes, los militares son percibidos como la fuerza capaz de decantar los acontecimientos a favor del régimen o a favor de la democratización. Pero, por más que la población respete a los militares, resulta evidente que el fracaso de Mubarak es también su fracaso. Cuesta imaginar un gesto de la cúpula militar contra Mubarak, el héroe de la guerra de 1973, si éste no decide por fin dejar el poder: el riesgo de división en el propio Ejército sería alto y una crisis interna entre los militares tendría efectos devastadores.

La señal emitida anoche fue la más clara hasta ahora. No incluía crítica alguna hacia Mubarak ni sugería la necesidad de que dimitiera. Sin embargo, daba un espaldarazo a la protesta contra el presidente: "Vuestras fuerzas armadas, muy conscientes de la legitimidad de vuestras demandas, están dispuestas a asumir su responsabilidad respecto a la seguridad de la nación y sus ciudadanos y afirman que la libertad de expresión pacífica está garantizada para todos". A continuación, se instaba a la población a evitar la violencia y los saqueos.

Si algún egipcio temía aún que participar en las marchas de hoy entrañara el riesgo de choques violentísimos como los registrados el viernes entre la policía y los manifestantes, pudo quedarse tranquilo. La declaración militar se interpretó como una invitación a salir a la calle para exigir el fin de Mubarak.

A nivel muy distinto, el comunicado coincidía en su espíritu con unas palabras pronunciadas por la mañana por el comandante de una unidad de blindados estacionada en el centro de El Cairo. El comandante comentó, a título personal, que los mandos militares eran "muy conscientes" de lo que ocurría. "Como la mayoría de mis compañeros, he estudiado en una academia militar estadounidense y hablo inglés, veo televisión y leo prensa del extranjero, sé lo que el mundo espera de Egipto y de nosotros y tengo mis propias opiniones", dijo.

Puede suponerse que ese comandante y el conjunto de los mandos, incluyendo la veterana cúpula, conocían sus limitaciones. El profesor Ibrahim Awad, de la Universidad Americana de El Cairo, subrayó esas limitaciones: "Egipto es un país demasiado complejo como para que el Ejército desee hacerse con el poder". "Una de las razones del fracaso de Mubarak y su régimen es precisamente que se ha gobernado con un simplismo militar y eso ya no es viable", dijo Awad.

La liberalización de la economía egipcia y su engranaje con la economía global ha creado riqueza, pero el corsé político y social de la dictadura ha hecho que esa riqueza quedara en manos de muy pocos y agravara las desigualdades y la corrupción. La democratización, según Awad, solo sería posible "mediante un gran pacto civil al margen del Ejército".

Desde que estalló el movimiento revolucionario, hace una semana, el Ejército ha jugado con dos barajas. Se ha atenido a las reglas de un régimen que es el suyo, sus jefes han obedecido respetuosamente a Mubarak, ha ordenado toques de queda, ha protegido desde que desapareció la policía las sedes gubernamentales. Y a la vez ha hecho guiños a la revuelta, se ha coordinado con los manifestantes (ayer los soldados trabajaban codo con codo con los organizadores de la protesta en la plaza de la Libertad), no ha hecho esfuerzo alguno por imponer el toque de queda y ha gozado con la devoción que demuestra la gente.

Ese equilibrismo no podía durar indefinidamente. Era muy difícil mantenerlo ante la jornada crucial de hoy. Al garantizar los derechos de los manifestantes y calificar de "legítimas" sus reivindicaciones, es decir, la exigencia de la dimisión de Mubarak, el Ejército se puso en cierta forma del lado de los manifestantes.

 

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