Con las combativas letras de la leyenda del rap Tupac sonando desde el estéreo de su coche, Steve Okoikpi, de 36 años, llega con su viejo Mercedes Benz a Akasanko, una comunidad de la selva de unas 500 personas en las afueras de Calabar, la capital del estado de Cross River, en la empobrecida región del Delta del Níger.
Es de mañana y grupos de jóvenes se apiñan junto al jefe de la comunidad, Edet Offiong, para darle la bienvenida.
Como responsable del proyecto de la Comisión Forestal de Cross River, Steve es uno de los funcionarios del gobierno encargados de asegurar que se lleve a cabo el programa para la conservación de los bosques. Él trabaja junto con el Comité para la Gestión Forestal, creada y gestionada por los miembros de esta comunidad.
Dentro de la selva, que se muestra bastante desnuda por los muchos árboles derribados para hacer leña, Steve recorre los viveros e imparte talleres a los jóvenes explicándoles porque es necesario regenerar el bosque. Su voz se mezcla con los sonidos de los pájaros, y el ruido de un solitario cultivador de piñas que tiende su cosecha. “Este granjero – cuenta Steve – tiene permiso para cultivar pinas ya que se comprometió a ayudar en los viveros y a cuidar los árboles jóvenes.”
Medidas estrictas
“Tres personas que entraron por su cuenta en esta selva y cortaron árboles fueron arrestados y llevados a juicio este año – asevera Steve con semblante autoritario. – Aquí en Akasanko, trabajamos duro para regenerar la selva plantando árboles. Dejamos muy claro a la gente que es por su interés. En Cross River, ya no talamos árboles porque los necesitamos por el carbono, por eso hay una prohibición que impide el cultivo, la tala y la quema.”
Gracias al programa de Naciones Unidas para la Reducción de las Emisiones por la Deforestación y la Degradación (REDD), Nigeria consiguió recientemente 3,2 millones de euros para llevar adelante este programa, con talleres dirigidos a comunidades forestales y a empresas petroleras. El objetivo era ayudarles a trabajar en la conservación y reducir las emisiones de carbono.
La mayoría de los fondos de la ONU para el programa REDD irán a Cross River, una recompensa por lo que, según sus funcionarios, son los ‘conscientes esfuerzos del gobierno por salvar la selva’. Sobre el terreno, muchos ya están al corriente del dinero de REDD y han puesto muchas expectativas.
En un país que ha perdido más del 70 por ciento de su masa forestal, Cross River se ha convertido en la ‘capital africana del medio ambiente’. Aquí se encuentra el 50 por ciento de las selvas nigerianas.
El jefe Edet, que encabeza el Comité de Gestión de Akasanko, parece muy dispuesto a apoyar los esfuerzos gubernamentales. Todo lo que dice del proyecto es que está yendo bien. Y los otros aldeanos hacen caso de Steve, al menos aparentemente. El miedo a ser juzgados por llevar a cabo actividades ilegales en la selva es patente.
Una ley forestal de 2010 impone multas elevadas e incluso penas de cárcel; sin embargo muchas personas siguen talando ilegalmente.
Faltan alternativas
Arikpo Arikpo, miembro de la Comisión Forestal de Cross River, dice que el gran problema es la pobreza y la falta de alternativas. Cree que “no se trata sólo de un problema de medios de subsistencia, sino también de acceso al bosque para actividades básicas. La gente no es tan ignorante; sabe cuál es el valor de la selva de la que han dependido toda la vida. Sus antepasados habían protegido los bosques, pero las necesidades les llevaron a realizar actividades ilegales en la selva.”
Para Manus Eme Olory, otro poblador de Cross River “nos resulta difícil ver cómo el gobierno preserva los bosques, mientras nosotros no podemos ganarnos a vida diaria”. Y recalca que ellos mismos ya habían “demarcado qué tierras se podían cultivar y cuáles no”. Aparte, la misma población ya había decidido dejar de cortar árboles mucho antes de que llegaran las propuestas del gobierno.
Edwin Usang, director ejecutivo de la Coalición por el Merdio Ambiente de Calabar, tiene sus dudas sobre los éxitos que se atribuye el gobierno. Para él, no se están dando alternativas y la gente ha seguido obstaculizando los esfuerzos del estado. “Sigue habiendo mucha tala y mucha madera sale de los bosques. Si vas a una comunidad y le dices que no corten los árboles, debes ofrecerles una alternativa.”
Vía | El Mundo