La Vanguardia, 7 de Enero- Nada de películas ni alcohol. Ni mujeres trabajando. Tampoco celebrar Fin de Año o descansar el domingo. Y a pagar cada seis meses. O eso o un millón de hambrientos. La Vanguardia ha tenido acceso al documento completo de la milicia islamista radical, Shabab, en el que exigía once cláusulas a las Naciones Unidas para que ésta pudiera seguir distribuyendo alimentos en el sur de Somalia.
Sumados al incremento de la violencia e inseguridad de la zona, estos once "mandamientos" salpicados de fanatismo religioso han forzado al Programa Mundial para los Alimentos (PMA) a suspender la distribución de sus proyectos en la zona. Aunque la ONU mantendrá sus proyectos en el norte y centro del país, la decisión condena al hambre a cerca de un millón de somalíes.
En conversación telefónica desde Kenia, el representante del programa Peter Smerdon, denunció ayer un incremento de los ataques y tildó las condiciones impuestas de "inaceptables". Y señaló especialmente a dos: el pago de 20.000 dólares cada seis meses y sustituir a todas las mujeres de la organización que trabajan en la zona.
El documento de Shabab es intransigente en este aspecto: "(La organización) deberá retirar a las mujeres de sus puestos y emplear a hombres en su lugar. No se permite trabajar a las mujeres excepto en hospitales, centros médicos infantiles y de salud", se lee en el quinto punto.
La carta da un plazo de tres meses para el relevo. Aunque se intentó negociar con la banda desde que hicieron llegar las exigencias en noviembre, la ONU se ha visto obligada a parar sus proyectos en el sur del país africano después de que los líderes de Shabab no hayan cedido un milímetro en sus reivindicaciones y la inseguridad haya aumentado.
"El tiempo límite para aceptar los once puntos era enero y ya no podemos garantizar nuestra seguridad, por eso paramos", señaló Smerdon, que se negó en redondo a proveer de fondos a los radicales más adelante. "Si lo hiciéramos entraríamos en una espiral muy peligrosa, habría que pagar aquí y en cualquier otro lugar del mundo donde trabajamos; definitivamente no vamos a pagar", añadió.
Las otras cláusulas exigidas por las fuerzas rebeldes, vinculadas a la red terrorista Al Qaeda por Washington, certifican el extremismo religioso de la banda y la sensación de impunidad de sus líderes. Además de reservarse el derecho de decidir dónde y cuando deben llevarse a cabo los proyectos de distribución de alimentos y exigir su ampliación a otras zonas, instan a la organización a alejarse de todo aquello que interfiera en la religión del islam como "el cristianismo, el secularismo o la democracia".
En otro de los puntos, Shabab prohíbe a los trabajadores de la organización lo que consideran agresiones a la "buena cultura islámica" como tener o consumir alcohol, ver películas de cualquier tipo o promover el adulterio.
En su cuarto "mandamiento", la organización rebelde da una vuelta de tuerca a sus peticiones y veta el uso del sábado y domingo como festivos, la celebración de fiestas como "el Día de Fin de Año, el Día Mundial de la mujer (…) y aquello que signifique que mujeres y hombres de la asociación deban estar en el mismo lugar". Por último, la lista, que conmina a la ONU a no ondear su bandera, esconder sus símbolos de oficinas y vehículos y a no compartir empleados con otras organizaciones, impone la obligación de detener la distribución de alimentos durante la recogida de las cosechas de los granjeros locales.
Sobre este punto, el PMA aseguró anteayer en un comunicado que en los últimos cinco años, la producción local ha cubierto de media sólo el 30% de las necesidades de alimentos en Somalia. Uno de los portavoces de Shabab no escondía su alegría por la renuncia de la ONU. "Es un placer ver al PMA y otras organizaciones espías suspender su relación con Somalia… Nunca les permitiremos volver", señaló a la agencia Reuters.
Pero no toda Somalia celebra la retirada. El viceprimer ministro del parlamento de transición somalí se mostró "afligido" por una decisión que agravará la situación de un país con 3,8 millones de personas necesitadas de ayuda para vivir.
El periodista local Hasan Admin fue más duro en su análisis para este diario desde Mogadiscio y recordó que otras organizaciones no se han marchado. "Muchos somalíes están preocupados y lamentan que les hayan abandonado. Es una decisión equivocada", zanjó.
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