En contraste con la situación de relativa normalidad en el este de Libia, casi totalmente "liberado" del régimen de Muamar el Gadafi, los habitantes de Trípoli y del oeste del país viven en la incertidumbre. Miles de libios y de extranjeros intentan salir del país, unos por las fronteras terrestres con Túnez y Egipto, otros a través de aviones y barcos enviados para evacuarlos. En la capital, rodeada de militares, se escuchan disparos en algunas zonas, mientras que en otras la gente sale e incluso acude a trabajar. Mientras, las milicias del dictador intentan borrar pruebas de la matanza de civiles, y se han llevado por la fuerza cadáveres de manifestantes de un hospital durante la noche.
"Esta noche he dormido solo tres horas, a las siete de la mañana (una hora menos en la España peninsular) ya escuché disparos en la calle", cuenta a través de Skype la libia Amira Aribe, dentista. Aribe, que vive en Gergaresh, un barrio costero con hoteles de Trípoli, explica que la situación en la capital varía por zonas. En la suya, sólo se atreven a salir a la calle por la noche: "El día es demasiado peligroso, todos tenemos miedo de las milicias".
Esta mujer, una de las pocas libias que se atreve a aparecer en la prensa con su nombre y apellido, relata que, según varios amigos que trabajan en el Hospital Central de Trípoli, las milicias entraron anoche en el centro y se llevó los cuerpos de los manifestantes caídos en las calles, pese a la oposición de los médicos. La noche anterior, habían entrado para prohibir a los trabajadores que tomaran fotos o vídeos de los muertos y heridos. El uso de la violencia contra los manifestantes ha provocado la repulsa internacional y numerosas deserciones dentro del propio régimen de Gadafi, que se aferra al poder y asegura que prefiere morir "como un mártir" a irse.
Aribe se acaba de enterar de que el hijo de una amiga de su madre, muy joven, ha muerto de un disparo en el estómago esta madrugada, en Gergaresh, y que un hermano del joven está gravemente herido. "Se han tenido que llevar el cadáver del hospital para que no lo hicieran desaparecer", cuenta. La dentista libia explica que los familiares del joven muerto no han podido enterrarlo todavía: "No les queda más remedio que velar su cuerpo en casa y no pueden celebrar el funeral porque el régimen ha prohibido que la gente se reúna. Es una vergüenza". "Sería peligroso. La gente tiene miedo de que los relacionen con un rebelde, pero él es un shaheed (mártir)", afirma.
"En pocos días, Trípoli será un auténtico campo de batalla", vaticina Aribe. Un temor que comparte M. D., un ingeniero informático libio que vive en la zona de Hai Al-Andulus, también en el área de la capital. "No sabemos lo que nos espera. Trípoli está en manos de un demente", afirma.
Colas para conseguir pan
En su zona, cuenta M. D., de 43 años, también por Skype, la noche ha sido tranquila. "Solo escuchamos disparos durante el discurso de Gadafi", dice. De día, cuenta, la gente empieza a tener problemas para encontrar artículos de primera necesidad, como pan o gasolina: "Los últimos tres días hemos tenido que esperar colas de más de una hora para conseguir un poco de pan", describe. Sus dos hijos, de 4 y 7 años, están en casa pues los colegios llevan cerrados desde que empezaron las revueltas, hace una semana. "Los niños son los únicos que no tienen miedo, juegan tranquilos ajenos a lo que está pasando".
Amir Siddiqui, un ingeniero paquistaní empleado en el sector petrolero, cuenta en un foro de expatriados que muchas compañías internacionales mantienen personal en sus oficinas de la capital para "cuidar" de sus trabajadores de los campos petroleros. "La situación en Trípoli no es tan mala como reflejan las noticias", afirma, "no hay problemas para moverse, todavía vamos a la oficina y no hemos tenido problemas hasta ahora", contaba esta mañana. Para él, el problema de los cientos de expatriados que pretenden salir del país es llegar a la capital por carretera.
Evacuación de españoles
Eso es precisamente lo que intenta hacer en estos momentos Juan Prunes, un español que trabaja para la empresa canadiense de ingeniería SNC Lavalin. Después de dos días de silencio, la Embajada española en Libia le ha dicho que se desplace esta mañana a Trípoli para darle un salvoconducto, y esperar la evacuación a bordo de un avión militar. El Ministerio de Exteriores ha confirmado a EL PAÍS que la aeronave salió de España anoche y se encuentra desde esta madrugada en un lugar cercano a Trípoli.
La legación ha asegurado a Prunes, que viaja en un autobús contratado por su empresa desde el desierto, a unos 70 kilómetros de Trípoli, que la mañana está siendo tranquila en la capital, aunque hay barricadas y puestos de control con gente armada en distintos puntos de la ciudad. Exteriores explica que están tratando de localizar a los españoles para reagruparlos alrededor de Trípoli y evacuarlos en el menor tiempo posible. Además han desplazado a un funcionario al aeropuerto de la capital libia para que coordine los desplazamientos. Ante las quejas de algunos ciudadanos españoles por el abandono sufrido por la embajada, Exteriores asegura que la legación ha estado en "permanente contacto" con todos los registrados en la misma.
Óscar, otro español que vive en Libia, "todavía no ha tenido noticias de la Embajada", asegura su padre. Su hijo se logró comunicar con él con un mensaje de texto, aunque las comunicaciones siguen siendo muy complicadas. Óscar describe una situación "bastante tranquila", aunque escucha disparos esporádicamente en las afueras de la capital, donde se ha refugiado en casa de una amiga.
La vida en las localidades ‘liberadas’
Durante la tarde noche de ayer, tras el discurso televisado de Gadafi, que encendió los ánimos tanto de partidarios y detractores del dictador, se registraron enfrentamientos en las calles de varias ciudades del este del país. Sin embargo, esta mañana se vive una relativa normalidad en muchas de las localidades liberadas del régimen del dictador, en las que el Ejército se ha puesto del lado de los manifestantes.
En el pueblo de Albayda, por ejemplo, bancos y oficinas están abiertos. Solo siguen cerrados los colegios, describe Ahmed Gebrel, un diplomático libio de 37 años. Gebrel, que ayer se acercó a la frontera con Egipto donde estuvo recibiendo a periodistas extranjeros y equipos médicos, iba a asistir esta mañana a una asamblea general de su localidad para organizarse. Cuenta que los próximos pasos que darán será coordinarse con todos las ciudades liberadas, que asegura, son mayoría en el este.
El antiguo diplomático afirma que el discurso de anoche del dictador provocó la ira de los ciudadanos, que se echaron a la calle. "Gadafi trata de manipular a la opinión pública diciendo que detrás de las protestas hay radicales y terroristas", dice Gebrel, que lo niega rotundamente. Tras el discurso, los comités revolucionarios, pilares fundamentales del régimen, salieron a la calle a atacar a la población en ciudades como Zliten, donde causaron 30 heridos, le han contado a Khaled Shari, libio residente en Valencia, sus hermanos.
Los partidarios de Gadafi "usaron palos y fusiles kaláshnikov, con la poca munición que les queda", afirma Shari. Según le ha contado su hermano Mahmud, la población se enfrentó a ellos y consiguieron frenarles. También los habitantes de Bengasi han vivido una noche "muy movida, con muchos disparos", dice Elisenda López, pareja del británico David Livingstone, que espera en esta ciudad del este, la segunda más grande de Libia, una forma de salir del país. En la calle se percibe que los libios ya no pueden más: "La gente está harta de tanta sangre", le ha contado Livingstone.
"La gente está muy animada, con la moral más alta que nosotros, que estamos preocupados en la distancia", dice Shari, residente en España desde hace 30 años. Sus hermanos le transmiten que "esto no tiene marcha atrás".