El Ejército egipcio cumplió dos exigencias de los manifestantes al disolver la Cámara y suspender la Constitución. Queda pendiente la derogación de la Ley de Emergencia y la destitución del Gobierno
La cúpula militar egipcia anunció ayer que había decretado la disolución del Parlamento y que se había autoimpuesto un plazo de seis meses para finalizar una transición que concluya con la devolución del poder a los civiles mediante unas elecciones libres. En un mensaje televisivo, el Ejército egipcio anunció también la suspensión de la Constitución. Lo que no han hecho los militares es satisfacer dos de las demandas de los manifestantes de la plaza Tahrir. No han abolido la Ley de Emergencia que, vigente desde 1982, conculca las libertades de los ciudadanos y tampoco han disuelto el gobierno nombrado por Mubarak.
En Tahrir, al punto de la mañana, todavía quedaban varias tiendas de campaña en pie y la policía militar, al cargo de la plaza desde que Mubarak salió de poder, se afanaba en desmontarlas y sacarlas, convenciendo a los últimos manifestantes, unos 200, de que se fuesen. Entre estos últimos, las opiniones estaban divididas; había quien se daba por satisfecho y quería irse y quien no se mostraba tan confiado, y quería quedarse hasta ver cumplidas sus demandas. "Uno de los manifestantes que se resistían a irse se había sentado encima de una manta en mitad de la carretera", relata Mohammed, estudiante. "Hemos ido a pedirle que se fuese pero no quería. Hemos intentado convencerle, pero no se dejaba. Decía que hasta que no hubiese elecciones no se movía de ahí". Al final, "un oficial de la policía armada ha llegado y le ha dado un beso en la cabeza (costumbre árabe para mostrar respeto) y le ha pedido encarecidamente que dejase pasar el tráfico. Al final ha accedido", cuenta.
la última tienda Algunas de las familias simplemente pedían a la policía que les dejasen quedarse un rato más puesto que, con la huelga de transportes, no tenían modo de volver hasta sus poblados. En todo caso, para la una de mediodía sólo quedaba una tienda en pie, y la policía, cansada de discutir con los manifestantes restantes, decidió dejar que los presentes, cada vez más según avanzaba el día, y los ex manifestantes con ganas de continuar con las celebraciones acaparasen la plaza, y pasaban a ocuparse sólo de la fluidez del tráfico, abierto en Tahrir por primera vez desde hace 21 días.
Más intensas eran las manifestaciones frente a varias sucursales del Banco Nacional de Egipto y en la estación de tren, donde los viajeros que se quedaban en tierra por culpa de la huelga chillaban "queremos que vuelva Mubarak".
Mientras tanto, en Tahrir, los cairotas pedían, con su multitudinaria presencia, saborear la victoria un día más, si bien la presencia de rudos y concienciados manifestantes de hace días ha dado paso a familias, niños, grupos de adolescentes y curiosos varios. "No me gusta ver la plaza de Tahrir así, esta gente que impide la vida normal en Tahrir ahora no son los que hicieron la revolución, sino los que se quejaban de las molestias derivadas de que nosotros la hiciésemos", se quejaba Hossan, estudiante. Atei, abogado y opositor al régimen que perdió un diente y resulto herido con diversas contusiones en diversas partes de la cara y el cuerpo durante los enfrentamientos del día 2, abandonaba ayer la plaza a las 18.30 de la tarde con una manta enrollada bajo el brazo, cuando un recién llegado le decía que "ya era hora de que las cosas volviesen a la normalidad". Amir, cristiano copto que observaba la situación y que también permaneció 2 semanas en la plaza, admitía que al principio le hacía gracia que la gente celebrase la salida de Mubarak durante tanto tiempo pero ahora, "ver la plaza convertida en una feria me empieza a parecer una falta de respeto".