«En África, tu destino siempre está en las manos de Dios»

Aliú Djolo Kuyate -solo Aliú, para los amigos- es un hombre de pocas palabras. Su tono es suave y habla con mesura, como sopesando cada cosa que dice. Este rasgo ayuda mucho a la conversación pues, en varias ocasiones, su incipiente castellano se transforma en un portugués impecable. «Llegué el 5 de diciembre a Bilbao y estoy muy contento con el lugar y la gente. Eu gosto muito da cultura basca», asegura este músico africano sin notar que, en mitad de la idea, ha cambiado de tono y de idioma.

Hay quienes atribuyen esta peculiaridad a su origen, porque Aliú nació en Guinea-Bissau; un territorio que fue colonia portuguesa entre 1640 y 1974. Sin embargo, no fue allí, sino en Lisboa, donde aprendió realmente la lengua. El país de Aliú es plurilingüe (tiene una veintena de idiomas) y la mayor parte de los bissauguineanos habla el criollo o ‘creole’. «Claro… es que yo llegué al País Vasco hace pocos meses, pero me fui de mi tierra hace muchos años», explica antes de precisar que vivió tres lustros en la capital lusa.

«Me fui a Portugal, donde vive mi hermano, que también se dedica a la música tradicional, como yo. ¿Y qué más puedo decirte? África está bien y me gusta, pero allí tu destino siempre está en las manos de Dios», expone Aliú para explicar los motivos de su emigración. También añade que «las ganas de ver mundo» y «la curiosidad» le han ayudado a moverse. «Siempre quise conocer otros lugares y España me atraía mucho. Estuve en Barcelona y en Madrid, y finalmente llegué aquí. Me gusta viajar porque la cultura cambia mucho de un sitio a otro, aunque estén cerca y sean vecinos».

«A veces te quedas en un lugar pensando que es lo mejor que vas a encontrar y no te atreves a salir de ahí para mirar lo que hay fuera», prosigue. «Lisboa era una ciudad cómoda para mí; un sitio familiar por el lenguaje, por la cultura y por el tiempo que estuve allí, pero yo tenía ganas de ver otras cosas». Ese interés le trajo a Bilbao, una ciudad que describe como «muy bonita», sobre todo porque en ella vive «una gente abierta, simpática y culta. La sociedad es muy amable y receptiva. A los vascos les gusta la cultura y eso es bueno para mi trabajo», explica Aliú, que comparte su habilidad en las calles y vive de la voluntad del público.

Un fan del metro
«Me gusta tocar en la calle porque puedo mostrar mi cultura a muchas personas y, a su vez, conocer distintos lugares», dice este músico, que se proclama como el fan número uno del metro. «¡Me encanta! El metro me permite conocer muchos pueblos de Vizcaya y, siempre que puedo, lo hago. Un día estoy en Basauri, al siguiente, en Algorta… Y en todos los lugares me pasa lo mismo: cuando empiezo a tocar la kira, la gente se detiene y escucha. Me pregunta cómo se llama ese instrumento tan raro, cómo se fabrica, de dónde es y de dónde soy», cuenta Aliú. No le importa que le interrumpan, pues se siente bien cuando toca «explicando».

«La kora es un instrumento de cuerdas tradicional, ancestral, que no solo se usa en mi país, sino en toda la región», describe entusiasmado. «Cada lugar tiene sus características, pero la música no tiene diferencias: el origen de nuestra cultura es Malí. De allí viene todo lo que somos», añade. Por supuesto, no se refiere al país vecino sino al antiguo imperio; un extenso territorio del que una vez fue parte Guinea-Bissau, entonces reino de Gabù.

«La kora tiene 23 cuerdas y es un poco más compleja que la guitarra, sobre todo, para afinarla». En lugar de llevar clavijas, tiene unos anillos de piel que rodean el puente (una caña, en general) y que se suben o se bajan hasta alcanzar el sonido deseado. En cambio, «es un instrumento fácil de construir. Se hace con una calabaza cortada por la mitad y piel de animal, que debes dejar secar al sol. Yo he fabricado unos cuantos, al igual que mis padres y mi hermano. Para mí, esto es algo de toda la vida. Y ahora que estoy lejos, más me gusta el sonido. La kora es mi pasaporte y, cuando la toco, me siento en casa».

 

Vía | El Correo

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