Benedicto XVI abandonó ayer tierras africanas después de tres intensas jornadas cargadas de simbolismos. En su último acto antes de regresar a Roma, el Papa insistió en destacar el papel clave que África debe tener en el futuro, puesto que se trata de una tierra de «esperanza», donde se encuentran los «valores auténticos, capaces de aleccionar a todo el mundo y que reclaman ser extendidos por el planeta con la ayuda de Dios y la determinación de los africanos». «Quise volver a visitar de nuevo el continente africano, por el que tengo una especial estima y afecto, pues estoy íntimamente convencido de que es una tierra de esperanza», insistió.
El plan de viaje había reservado para la mañana de ayer una multitudinaria misa a la que asistieron cerca de 100.000 fieles en el estadio ‘La Amistad’ de la ciudad de Cotonú. Acogido con canciones típicas benineses, Benedicto XVI infundió «ánimo» a los africanos y les dijo que la Iglesia existe para anunciar el Evangelio y que, después de más de 2.000 años de historia, todavía hay muchos que aún no lo han escuchado. «Hay también muchos que se resisten a abrir sus corazones a la Palabra de Dios y son numerosos aquellos cuya fe es débil y su mentalidad, costumbres y estilo de vida ignoran la realidad del Evangelio, pensando que la búsqueda del bienestar egoísta, la ganancia fácil o el poder es el objetivo final de la vida humana», denunció.
El Pontífice recordó que para Jesús «reinar es servir» y que lo que pide a los fieles es que sigan ese camino «para servir, para estar atentos al clamor del pobre, el débil, el marginado». De hecho, subrayó que Cristo tomó el rostro de los hambrientos y sedientos, de los extranjeros, los desnudos, enfermos o prisioneros, de todos los que sufren o están marginados. «Acostumbrados a ver los signos de la realeza en el éxito, la potencia, el dinero o el poder, tenemos dificultades para aceptar un rey así, un rey que se hace servidor de los más pequeños, de los más humildes, un rey cuyo trono es la cruz», añadió.
Obreros apostólicos
Benedicto XVI agregó que el bautizado sabe que su decisión de seguir a Cristo puede llevarle incluso a la muerte, pero que con su resurrección introduce a los hombres en un mundo nuevo, un mundo de libertad y felicidad. «Hoy son tantas las ataduras con el mundo viejo, tantos los miedos que nos tienen prisioneros y nos impiden vivir libres y dichosos. Dejemos que Cristo nos libere de este mundo viejo y accedamos a un mundo nuevo donde la justicia y la verdad no son una ilusión, sino un mundo de libertad interior y de paz con nosotros mismos, con los otros y con Dios», dijo el Papa, que recordó además que este año se cumple el 150 aniversario de la llegada de los primeros misioneros a Benin y destacó la labor de estos «obreros apostólicos», como les llamó.
A la misa, en la que se usaron las lenguas africanas bariba, mina, yoruba y dendi, asistieron fieles procedentes de otras naciones centroafricanas, como Togo, Burkina Faso, Níger, Ghana o Nigeria. Doscientos obispos de toda África y un millar de sacerdotes asistieron al rito.
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