La OTAN decidió ayer acercar sus navíos de guerra a las costas libias y se declaró "preparada para actuar" en cuanto reciba el visto bueno del Consejo de Seguridad de la ONU y de la Liga Árabe. El secretario general, Anders Fogh Rasmussen, enmarcó la movilización de barcos en el mar Mediterráneo en una misión de "vigilancia y seguimiento" de las actividades del régimen de Muamar Gadafi con el fin de contribuir al embargo de armas impuesto por Naciones Unidas.
Sin embargo, Rasmussen mostró la disponibilidad de la Alianza Atlántica a imponer un bloqueo aéreo sobre Libia, una medida defendida por Francia y Reino Unido, pero que despierta el recelo de Alemania. Según él, los aliados se preparan "para cualquier eventualidad".
Antes de la reunión de ministros de Defensa de la OTAN, en Bruselas se celebró un Consejo de Exteriores de la Unión Europea para estudiar una reacción a la altura del "momento más importante en los 20 años tras el fin de la guerra fría", en palabras de William Hague, jefe de la diplomacia británica.
Qué hacer ante un Gadafi que no responde a los llamamientos internacionales constituye en sí mismo un "gran dilema histórico", según un alto funcionario europeo. Por una parte, Reino Unido y Francia promueven en el Consejo de Seguridad de la ONU una resolución para imponer el bloqueo aéreo. Garantizar su cumplimiento paralizaría los bombardeos sobre la oposición y desbarataría la ofensiva de Gadafi para recuperar la parte del país que no controla. Por otro lado, Alemania lidera el escepticismo sobre la medida, porque no quiere "entrar en una guerra en el norte de África que logre exactamente lo contrario de lo que se persigue: paz y libertad", en palabras de Guido Westerwelle, ministro de Exteriores.
Todos esperan con ansiedad una toma de partido de la Liga Árabe, que se reúne mañana sábado en El Cairo, clave para legitimar una operación encaminada a proteger a la población libia que, de otro modo, sería vista como la enésima injerencia de Europa y EEUU en un país árabe.