Los acontecimientos se suceden en Túnez a velocidad de vértigo. El día ha empezado con el anuncio de la salida del partido del ex presidente, Reagrupamiento Constitucional Democrático (RCD), de todos los ministros del Gobierno de transición. Ha seguido con la enésima protesta de más de mil tunecinos, esta vez ante la sede del partido y con tiros al aire de la policía, para pedir su completa desaparición y que no continúe ninguno de los ministros de este partido. La cascada de bajas de hoy, sumadas a las del presidente interino y del primer ministro hace unos días, han provocado la disolución del comité central del RCD aunque, en contra de los deseos de cambio rápido de los tunecinos, el partido seguirá existiendo. Además, uno de los ministros vinculados al RCD ha decidido abandonar el Ejecutivo "por el interés del país". Se trata de la quinta baja que sufre el Gobierno en sus apenas cuatro días de vida, pero es la más relevante, ya que el centro de las iras de la población es precisamente la importante presencia del antiguo régimen en el equipo que debe conducir la transición.
Pese a todo, el Gabinete ha arrancado la primera reunión del Consejo de Ministros poco después de las dos de la tarde. Bajo la batuta del primer ministro, Muhamed Ghanuchi, está previsto que el Ejecutivo apruebe nuevas medidas relacionadas con la amnistía y la separación de poderes. Lo hará, si se reúne, sin la presencia de tres sindicalistas de la Unión General de Trabajadores de Túnez y del líder del Foro Democrático por el Trabajo y las Libertades, Mustafa Benjaafar, que renunciaron a sus carteras 24 horas después de ser nombrados por temor a que la población nunca confíe en ellos si colaboran con un Gobierno que denuestan. De los 21 miembros del Ejecutivo, seis ya lo eran bajo mandato del ex presidente Zine el Abidine Ben Ali y copan los puestos clave. Además, 12 carteras -a estas horas una menos- están en manos de políticos y tecnócratas que hasta hoy engrosaban las filas del partido del dictador.
Los ministros se reunirán también sin el último dimitido, Zouheir M’Dhaffar, responsable de Estado (con cargo equivalente a ministro) en la oficina del primer ministro. "Dimito por los intereses del país en esta delicada situación para intentar ayudar al país a salir de la crisis y garantizar una transición democrática", ha declarado tras darse de baja en el RCD. Mientras se sucedían los anuncios de bajas, dimisiones y la muerte del máximo órgano de dirección del partido, la policía tunecina ha efectuado esta mañana varios disparos al aire para tratar de dispersar a más de mil manifestantes que reclamaban ante la propia sede del RCD, símbolo del poder acumulado por el huido presidente, que se aparte del Ejecutivo a los ministros vinculados al antiguo partido gobernante. Es la primera vez que las protestas llegan a la puerta del RCD.
Los manifestantes, que gritaban "RCD fuera del país", "cuando vais a comprender, el RCD es el cáncer del país" y otros lemas con duras críticas a Arabia Saudí por acoger al presidente, se habían concentrado primero en la céntrica avenida Habib Burguiba de la capital y, tras varios forcejeos con la policía, finalmente se les ha permitido avanzar hacia la sede central del RCD. Al llegar ante la sede, algunos de los militares que se encontraban custodiándolo efectuaron varios disparos al aire aunque, tras unos momentos de confusión, han permitido a los manifestantes concentrarse ante el edificio, de 20 plantas de altura y uno de los más emblemáticos de la capital. Tras los disparos, se han producido escenas de confraternización con los policías, que se han retirado del edificio. Muchos manifestantes, entre los que había hombres y mujeres, había decenas de estudiantes, sindicalistas, profesores y trabajadores de todos los gremios, han colocado geranios rojos en los cañones de los fusiles de los soldados, a quienes besaban y abrazaban.
Elogios a la "noble revuelta popular"
En un primer brochazo de maquillaje, el partido anunció ayer, en una decisión que puede provocar hilaridad entre la ciudadanía, que expulsaba de sus filas al déspota afincado ahora en Arabia Saudí, a dos de sus principales consejeros, al ex ministro del Interior, al yerno de Ben Ali -el saqueador de cuello blanco Saher el Matri-, y a otro miembro de la familia de Laila Trabelsi, la odiada esposa de Ben Ali. Por su parte, el presidente, Fuad Mebaza, se dirigió ayer a la nación para endulzar los oídos de un pueblo amargado nada propenso a escuchar promesas. "Queremos una ruptura total con el pasado. La separación de los partidos y el Estado será la prioridad del Ejecutivo", proclamó Mebaza. No parece captar que, para la mayoría de los 11 millones de tunecinos, ese borrón y cuenta nueva no puede nacer con el Gobierno elegido para hacer la transición. Pero el pueblo quiere otro Ejecutivo y poco importa que el RCD haga limpieza o las medidas que se adoptan para satisfacer a los descontentos. Todos los presos políticos -aunque no se ofrecieron cifras- fueron liberados el miércoles, incluidos los islamistas de En Nahda (Renacimiento).
El toque de queda se relajó, para entrar en vigor a partir de las ocho de la tarde. A algunos exiliados se les ha permitido ya regresar a Túnez. La lista sigue. La Fiscalía también informó de que se investigará la corrupción hasta sus últimas consecuencias, mientras la televisión mostraba imágenes de joyas y contaba que 33 parientes de Ben Ali habían sido detenidos por "crímenes contra Túnez". Y, aunque en absoluto depende de Ghanuchi o de Mebaza, el Gobierno suizo aseguró que se confiscarán las cuentas corrientes de 40 familiares del ex gobernante y un avión privado que descansa en Ginebra. Hoy, una nueva medida se añade a las precedentes. El Banco Central de Túnez se ha hecho con el control de una entidad perteneciente a Sakher Materi, cuñado del derrocado presidente. Materi, el empresario más rico del país a pesar de sus apenas 30 años, poseía un poderoso imperio que controlaba compañías de telecomunicaciones y automoción, bancos e importantes medios de comunicación.