El nuevo Gobierno de unidad nacional en Túnez se desmorona apenas unas horas después de haber asumido sus funciones en medio de nuevas protestas en contra de su composición. Los tunecinos cuyas protestas acabaron con la huida el pasado viernes del dictador Zine el Abidinde Ben Ali no están dispuestos a que 12 de los 20 ministros del nuevo Ejecutivo sean miembros de la Asamblea Constitucional Democrática (ACD), el partido del depuesto presidente. Opinan que para esto no hicieron la revolución, denuncian la escasa presencia de opositores y que no haya ninguna mujer. Los miembros del antiguo régimen no solo copan el poder, sino que ocupan los puestos clave -Interior, Defensa, Hacienda y Exteriores-, acompañados de los líderes de los tres únicos partidos legales de la oposición, algún independiente, como el cineasta colocado al frente de cultura, sindicalistas y líderes de movimientos sociales. En las calles, los tunecinos demostraron ayer y siguen demostrando hoy su queja por este Gobierno, protestas que han llevado a al menos tres ministros, los sindicalistas, a presentar su renuncia, entre crecientes rumores de que es posible que se produzca la caída del propio primer ministro, Mohamed Ghanuchi.
La radio tunecina está informado de la salida de los tres ministros de la Unión General de Trabajadores Tunecinos (UGTT), que ha tenido un importante papel en la revuelta y que dice ahora que no reconoce al nuevo Ejecutivo después de haber aceptado ayer formar parte de él. También se habla de la renuncia de dos independientes, aunque de momento todavía hay mucha confusión al respecto.
En un intento de calmar el descontento, Ghanuchi ha defendido su Ejecutivo de unidad nacional a primera hora de la mañana en la radio francesa Europe 1. Ghanuchi ha asegurado que se han elegido a sus miembros por el "interés del país" y que todos los ministros que siguen en el Gobierno "tienen las manos limpias". Los tres ministros ajenos al aparato son los líderes de los tres únicos partidos de oposición legales. Se trata de Mustafá Benjaafar, jefe del Foro Democrático por el Trabajo y las Libertades, que está al frente de la cartera de Sanidad; Ahmed Brahim, líder Ettajdid, que asumió la de Desarrollo Regional; y Najib Chebbi, fundador del Partido Democrático Progresista, que es es ministro de Educación Superior. Aunque su escaso número ha defraudado las expectativas de gran parte de la población, es la primera vez en la historia de Túnez que históricos dirigentes de las fuerzas de oposición toleradas por el régimen de Ben Ali entran en el Gobierno. Dos de estos partidos ni siquiera tienen representación parlamentaria y el tercero tiene apenas dos diputados.
Ghanuchi ha prometido que "todos los partidos serán autorizados a participar "en las elecciones que se celebrarán en un plazo de dos meses "en igualdad de condiciones", eso sí, siempre que "respondan a las reglas requeridas por la ley electoral". "A partir de hoy, hay una separación estricta entre el Estado y los partidos", ha prometido el primer ministro, que continúa en el puesto que ocupaba con el dictador. Sin embargo, esta apertura no se aplicará, de momento, a los islamistas. El líder integrista Rachid Ghanuchi, en el exilio en Londres, no podrá volver que "si no hay una ley de amnistía" que borre su condena a cadena perpetua impuesta en 1992 y que ya prepara el Ejecutivo de unidad nacional.
Entre las primeras medidas anunciadas ayer por el nuevo Gobierno de transición, Ghanuchi prometió que pondrá en libertad a todos los presos políticos mediante una ley de amnistía, legalizará a todos los partidos que lo soliciten e investigará a cualquier sospechoso de corrupción o de haber amasado una fortuna bajo el antiguo régimen. Con o sin la presencia de los islamistas -Rachid Ghanuchi expresó su deseo de regresar a Túnez nada más conocerse la huida de Ben Ali-, Ganuchi se ha mostrado confiado en poder celebrar unos comicios "libres, transparentes, controlados por una comisión independiente y con observadores internacionales". Se desconoce el peso del islamismo en Túnez, ya que los movimientos como el encabezado por Ghanuchi, el Partido del Renacimiento, fue ilegalizado hace 20 años. En las cárceles tunecinas, según denunció Human Rights Watch hace un año, hay 800 jóvenes condenados por ideas compartidas con los grupos radicales islámicos pero, que se sepa, no forman parte de grupos terroristas. En respuesta, Rachid Ghanuchi ha denunciado hoy que el Gobierno de Túnez es "de exclusión nacional".
78 muertos en los disturbios
En la entrevista con Europe 1, Ghanuchi también ha asegurado que llevará ante los tribunales a los responsables de la represión de los últimos días, que han costado la vida a menos 78 personas según la cifra oficial y 120 según otras fuentes. En este sentido, Amnistía Internacional ha exigido que los derechos humanos sean la "máxima prioridad" en el nuevo proceso político que vive Túnez "después de 23 años de atentados a las libertades", y ha reclamado que las fuerzas de seguridad dejen de ser un "instrumento de la represión". Las promesas y explicaciones de Ghanuchi no parecen convencer a los protagonistas de la revuelta, que siguen protestando en las calles. La Policía ha reprimido esta mañana decenas de protestas en diferentes puntos de la capital tunecina contra la composición del nuevo Gobierno. En la popular avenida Habib Burguiba, en el centro, cerca de un centenar de personas han intentado formar una manifestación que ha sido disuelta a los pocos minutos por las fuerzas policiales con el lanzamiento de gases lacrimógenos.
Los manifestantes se dispersaron por las calles adyacentes perseguidos por decenas de agentes policiales, que han cargado también con porras, aunque no se han escuchado disparos. Al mismo tiempo, en otros puntos de la capital, una veintena de protestas y concentraciones espontáneas contra el nuevo Gobierno han sido disueltas igualmente por las fuerzas antidisturbios. Un grupo de cientos de manifestantes se ha concentrado ante las puertas de la catedral de Túnez, al final de la avenida Burguiba y la Policía ha cargado igualmente sobre ellos. En estos momentos, el caos vuelve a reinar en el centro de la ciudad, donde nubes de gases lacrimógenos se observan en varias zonas, sobrevoladas por helicópteros policiales. Los cientos de personas que intentan manifestarse por la capital gritan consignas contra el nuevo Gobierno y demandan la disolución del RCD. Los partidos de oposición ilegal, principalmente islamistas y comunistas, critican también hoy duramente la composición del Ejecutivo de transición y convocan igualmente a manifestarse a los tunecinos. Algunos dirigentes en el exilio e intelectuales en Túnez hablaban de "farsa" y del "riesgo de que el antiguo régimen secuestre la revolución civil".