Terror en Marrakech

EDITORIAL

En el corazón de la popular plaza de Yemaa al-Fnaa, en Marrakech, un atentado terrorista mató ayer al menos a 14 personas. Es el peor ataque desde los de Casablanca en 2003, con 45 muertos, y a falta de reivindicación de la autoría tiene el sello de las acciones criminales del ‘Grupo Combatiente Islámico Marroquí’, conocido como la filial de Al-Qaida en el país. El atentado se inscribe en un importante momento de la vida del país, embarcado, tras algunas protestas, en un proceso de cambio muy profundo, al menos sobre el papel. El rey emprendió toda una reforma constitucional que debe ser sometida a un referéndum en junio y privará al monarca de atribuciones nunca cedidas al Gobierno además de dar al Parlamento el protagonismo que un régimen democrático le otorga por definición. La decisión de Mohamed VI fue muy bien recibida en su día y es un paso adelante en la democratización. El islamismo político marroquí, que tiene varias expresiones de fondo, alguna de ellas con buena representación parlamentaria, nada tiene que ver con una agresión tan alejada de las preocupaciones de la gente. Una de las lecciones del vendaval liberalizador en el mundo árabe es que la opinión pacífica y enérgicamente expresada hace más por la democracia y la justicia que las bombas fanáticas que en Marruecos, hoy como ayer, fracasarán de nuevo.

 

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