Por qué África no necesita una primavera como la árabe

En el mundo árabe se conmemora este mes el primer aniversario de las revueltas populares que permitieron a países como Egipto y Túnez deshacerse de sus veteranos líderes. En medio de ese panorama, el académico de Malaui Jimmy Kainja se pregunta si le llegó la hora a África subsahariana de tener un proceso similar.

 

En el norte de África y el Medio Oriente se han puesto a temblar regímenes, han caído gobernantes de facto y se han visto imágenes que a muchas personas les parecían imposibles hace apenas doce meses.

 

África subsahariana es la región donde gobiernan algunos de los líderes más veteranos y autocráticos del mundo y eso es justo lo que los habitantes de algunos países árabes han estado combatiendo.

 

Sin embargo, una Primavera África en la misma forma de la árabe sería un paso en falso -y no un paso adelante-.

 

De hecho, se burlaría de todo lo que logró la mayoría de países africanos en los últimos años de la década de 1980 y los primeros de la década de 1990, cuando se deshicieron de sus veteranos mandatarios para favorecer democracias multipartidistas.

 

Antes, argumenté que "los protagonistas de la Primavera Árabe tienen más para aprender de sus homólogos subsaharianos que al revés. La mayoría de los países de África subsahariana se deshicieron pacíficamente de los regímenes de partido único en los años 90".

 

Y ahora no hay región en el mundo que tenga más elecciones que África subsahariana.


"Líderes egoístas y codiciosos"

Sin embargo, el voto solo no es suficiente y la democracia no comienza ni finaliza en las urnas, tal como están empezando a darse cuenta los recientemente "liberados" Egipto y Túnez y como se dieron cuenta hace rato algunos países al sur del Sahara.

 

Estos países continúan con problemas para solidificar sus democracias por la perdurable ausencia de las instituciones y estructuras de gobernalidad democráticas.

 

Y, por supuesto, por la prevalencia de líderes egoístas, codiciosos y oportunistas: Eduardo dos Santos, de Angola; Robert Mugabe, de Zimbabue; Paul Biya, de Camerún, sólo por nombrar unos pocos.

¿Qué tan libre es África?

De hecho, algunos de estos líderes se pusieron muy nerviosos cuando comenzaron las revoluciones en Túnez y en Egipto, el año pasado.

 

Un profesor de ciencias políticas en la Universidad de Malawi fue convocado para una "interrogación" después de que supuestamente comparó la situación social y política en Malaui con la de Egipto.

 

Y en Zimbabue, un grupo de activistas todavía llevan a cuestas unas acusaciones -que originalmente incluyeron la pena de muerte pero fueron reducidas- por planear supuestamente una revolución al estilo egipcio en ese país.

 

Así que la pelea por la democracia en África subsahariana definitivamente no está ausente.

 

Pero estas peleas son muy diferentes a las que hemos visto en partes del mundo árabe.

Libertad para protestar

Estas protestas se enfocan primordialmente en forzar a los gobiernos a que rindan cuentas y en darles a poblaciones lo básico que necesitan para sobrevivir.

 

Las manifestaciones de julio de 2011 en Malaui, por ejemplo, no fueron organizadas para derrocar al gobierno ni para demandar que el presidente, Bingu wa Mautharika, diera un paso al costado.

 

Las protestas eran por la ausencia de instituciones democráticas que han permitido que la administración actual gobierne con impunidad total.

 

En Uganda, las protestas llamadas Walk to Work (A pie al trabajo) eran por los exorbitantes precios de la gasolina y no tenían el objetivo de derrrocar el gobierno ni forzar la salida del presidente.

 

Nigeria es el mismo caso, con excepción del asunto adicional de las bombas recientes de Boko Haram.

 

Los nigerianos han estado protestando por la remoción de los subsidios a la gasolina. Le están pidiendo a su gobierno que sea más considerado pero no están pidiendo una revolución.

 

Ni siquiera uno de los países árabes tenía tantas libertades para protestar o para cuestionar al gobierno antes de la revolución tunecina del 14 de enero de 2011.

 

Entonces, ¿por qué los llamados para que se ponga en marcha una revolución africana?

Original y copia

El fracaso para reconocer la diferencia entre lo que pasa al sur y al norte del Sahara puede ser una cuestión de perspectivas políticas distorsionadas, primordialmente por comentaristas occidentales que fueron tomados por sorpresa por la Primavera Árabe y ahora están buscando la próxima chispa.

 

Además está la percepción infortunada que las personas de África subsahariana no pueden organizar una revuelta por sí mismos. Tienen que copiarla de otro lado y, en este caso, de la Primavera Árabe.

 

En vez de eso, el número creciente de protestas y de disconformidad política en África subsahariana -ya sean toleradas por el gobierno respectivo o no- podría ser un indicador de una democracia madura y una señal de que la región no necesita una primavera similar.

 

Conviene recordar que la mayoría de estos países logró la democracia hace apenas 20 o 30 años.

 

Todas estas protestas eran imposibles antes de la llegada de la democracia.

 

Hoy, ciudadanos comunes y corrientes están pidiéndole más a su gobierno que nunca antes y, además, se están rehusando a aceptar cualquier forma de mediocridad.

 

El académico estadounidense Francis Fukuyama argumenta en El fin de la historia y el último hombre que la búsqueda de los ciudadanos por una democracia liberal surge como parte de un alma que busca el reconocimiento.

 

"A medida que se incrementan los niveles de vida, que las poblaciones se vuelven más cosmopolitas y mejor educadas y a medida que la sociedad en general alcanza una mayor condición de igualdad, las personas comienzan a demandar no simplemente más riqueza, sino reconocimiento de su estatus".

 

Estos son exactamente los cambios sociales que están sucediendo hoy en día en África. El progreso se logró y sólo puede mejorar.

 

Estas peticiones y el deseo de las personas por ser escuchados -para que sus gobiernos rindan cuentas- sólo pueden ser tratados por fuertes instituciones democráticas en desarrollo y no simplemente deshaciéndose de presidentes y sus gobiernos.

 

Esto es lo necesario en la siguiente fase de la democracia de África y no una Primavera Africana cortada por el mismo patrón de la Primavera Árabe.

 

Jimmy Kainja es un académico de Malaui en la London Metropolitan University.

 

Vía | BBC Mundo

Dejar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *