Mubarak niega los crímenes contra los manifestantes

"Niego por completo todos los cargos y acusaciones. Yo no he cometido esos crímenes", dijo desde la camilla y dentro de la jaula, en la que se encontraba junto a sus dos hijos, el expresidente egipcio Hosni Mubarak en la primera jornada del juicio que ayer arrancó en El Cairo. Se le acusa de corrupción masiva y de la muerte de 850 opositores en la represión de la revolución que acabó con su régimen el pasado febrero.

Con tono desafiante pese a la debilidad que transmitía verle tumbado, la imagen del dictador enjaulado resultó ayer impactante en todo el mundo árabe.
Mubarak, de 83 años, compareció en la sala de la Academia de la Policía que hasta hace poco llevaba su nombre para defenderse ante un tribunal que podría condenarlo a la pena de muerte. Sus dos hijos, Alaa y Gamal, el temido exministro de Interior, Habib al Adli, que ya ha sido condenado a 12 años por lavado de dinero, y otros seis antiguos altos cargos, negaron todas las acusaciones de la Fiscalía.

Durante tres horas, Mubarak y los otros encausados escucharon al fiscal y a los jueces, encerrados en el interior de una jaula, como ocurre con todos los presuntos criminales en Egipto. Mubarak llegó a la Academia de la Policía de la capital a primera hora de la mañana, en helicóptero, desde el hospital del balneario de Sharm el Sheij, en la península del Sinaí, donde se refugió el 11 de febrero.

Los médicos recomendaron que fuera trasladado en camilla y el presidente del tribunal ha decidido que permanezca custodiado en un hospital cairota hasta la próxima sesión, que se celebrará el 15 de agosto. Los abogados de la defensa alegaron que necesitarán tiempo para estudiar los 4.000 folios del sumario 3642. Sin embargo, el juicio contra el ex ministro Al Adli y los seis exaltos funcionarios se reanudará hoy mismo.

El fiscal denunció que Mubarak tenía la intención de matar a un número indeterminado de manifestantes que salieron a las calles de forma pacífica en distintas provincias del país durante la Revolución, y especialmente en la plaza Tahrir. Esto explicaría por qué el entonces titular del Interior habría ordenado a las fuerzas de seguridad que utilizaran fuego real para dispersar las protestas.

Alaa y Gamal portaban en sus manos sendos ejemplares del Corán con los que pretendían ganarse la simpatía de la población, y presentaban una actitud desafiante. Muchos egipcios creen que el expresidente también está tratando de ganarse la simpatía del país al comparecer en la camilla.

Mubarak y sus dos hijos están acusados de corrupción y de malversación de fondos públicos. Se les atribuye la venta de varias fincas de lujo obtenidas ilegalmente, así como de haber apadrinado un multimillonario contrato de venta de gas a Israel a cambio de cuantiosos sobornos.
El contrato, firmado a un precio sensiblemente inferior al de mercado, sigue en vigor aunque desde la Revolución el gasoducto ha sido saboteado con varias explosiones y el suministro a Israel se ha interrumpido.

En algunos momentos, Mubarak dio muestras de cierto nerviosismo mientras escuchaba al fiscal y al juez Ahmed Rifaat, un magistrado considerado independiente, pero el tribunal hizo caso omiso de los gestos del exmandatario, que parecía agarrase la cabeza con las manos en señal de desesperación. La muerte de manifestantes puede conducir a Mubarak y Al Adli a la pena capital, mientras que si se prueba la corrupción de Gamal, Alaa y los otros acusados, les pueden caer entre 5 y 15 años de prisión.

Las imágenes fueron transmitidas en directo a un país ávido de información, un público que hace sólo unos meses no podía haber imaginado que el rais de las últimas tres décadas, el mismo que había mantenido a raya a los integristas durante todo ese tiempo, aparecería un día en la misma jaula en la que él había encerrado a los islamistas y a otros rivales políticos. El juicio también despertó un gran interés en el mundo árabe.

Según algunos analistas, es muy probable que los abogados de Mubarak traten de implicar al jefe del Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas, el general Mohamed Tantawi, y a otros generales, para que declaren y digan si Mubarak les ordenó disparar contra los manifestantes durante la Revolución. Muchos piensan que el juicio probará si los militares que ahora mandan en Egipto tienen verdaderas intenciones de democratización para el futuro inmediato.

En el último mes, la plaza Tahrir ha visto nuevas manifestaciones de protesta por la lentitud con que se está haciendo la transición. La última concentración fue disuelta el martes. El país está cayendo en un pozo de incertidumbre sin que se sepa qué va a ocurrir en los próximos meses, puesto que las elecciones todavía no tienen fecha y todo indica que los islamistas cuentan con un creciente apoyo popular.

Batalla en el exterior
Frente a la Academia de la Policía se congregaron seguidores y detractores de Mubarak que se manifestaron a favor y en contra del antiguo rais coreando consignas de toda índole. Los dos grupos se arrojaron piedras e insultos mientras la Policía y los antidisturbios trataban de separarlos y mantener el orden. Más de 50 personas resultaron heridas. Algunos manifestantes portaban sogas con las que indicaban que su deseo es ver al principal acusado colgado en el patíbulo. Unos 3.000 soldados y policías velan por la seguridad durante el juicio.

Uno de los más veteranos líderes del Partido Laborista israelí, Binyamin Ben Eliezer, dijo ayer que él mismo ofreció a Mubarak asilo político, pero que el rais lo rechazó porque es un "patriota". Ben Eliezer no parecía ser consciente de que esta revelación redundará más en perjuicio que en beneficio del acusado, pues confirmará a los egipcios la existencia de un vínculo con Israel que muchos han sospechado durante años.
 

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