Los coletazos de una guerra vieja en el país más joven

La independencia de Sudán del Sur parecía ser la solución de dos décadas de guerra que dejaron una grieta de casi dos millones de muertos. No obstante, Sudán y Sudán del Sur, el país más joven del mundo, se asoman a un nuevo conflicto avivado por el control de la producción de petróleo.

 

A ello hay que sumarle una enredadera de problemas étnicos y territoriales: la frontera aún no está definida y cientos de miles de personas de un lado y del otro no saben a qué nación pertenecen.

 

Y es que el norte musulmán y pro-árabe y el sur, de tendencia tradicional y animista, protagonizaron durante 22 años un sangriento conflicto que no sólo dejó cientos de miles de muertos sino que desplazó a más de cuatro millones de personas.

 

En teoría, la división de Sudán, consensuada en un referendo, debería haber sentado las bases de la estabilidad para ambos estados africanos. La realidad es que a menos de un año de la escisión del sur, el fantasma de la guerra sigue atrincherado en la frontera.

 

Este lunes, varias bombas cayeron sobre la ciudad fronteriza Bentiu, Sudán del Sur, dejando al menos un muerto y varios heridos, sólo un día después de que otra población sursudanesa, Talodi, fuera atacada con artillería pesada.

 

Ambos países, que han confirmado las disputas, han afilado sus discursos desde que hace un par de semanas las tropas sursudanesas ocuparan las infraestructuras petrolíferas de Heglig en Sudán, uno de los motivos de la pervivencia de un conflicto que no cesa.

 

Los sursudaneses finalmente se retiraron ante la presión internacional, detalla el corresponsal de la BBC James Copnall, aunque Sudán sostiene que tuvieron que replegarse por su respuesta militar.

 

De hecho, el presidente de Sudán, Omar al Bashir, llegó este lunes a Heglig con un mensaje nada conciliador: "No se puede negociar con esas personas. Nuestras conversaciones son las armas y la balas", recogen las agencias AFP y Reuters.

 

Copnall recuerda que la ocupación de los campos petrolíferos del norte no ha sido fortuita. A comienzos de este año, Sudán decidió cerrar el grifo de petróleo al sur por una disputa sobre los derechos de tránsito. Aunque los yacimientos se encuentran en el norte, buena parte de los oleoductos atraviesa el sur.

 

Juba, capital del sur, sintió los efectos (el 98% de sus ingresos públicos proviene del crudo). Y viceversa. Para Jartum, capital del norte, la ocupación de Heglig fue un duro golpe a su economía. Durante la ocupación dejaron de producir 80.000 barriles de petróleo al día.

 

En ese contexto, las autoridades sudanesas han señalado que los yacimientos petrolíferos hay que recuperarlos "por las buenas o por los malas". A ello hay que añadirle las declaraciones del presidente sudanés que se refiere a los gobernantes del país vecino como "insectos".

 

El presidente de Sudán en las instalaciones petrolíferas que fueron ocupadas por el sur.

 

Para los analistas, Sudán y Sudán del Sur están luchando una guerra no declarada desde hace meses.

 

En mayo del año pasado, antes de que Sudán del Sur se independizara, los tanques sudaneses rodearon la disputada región de Abyei y expulsaron a la policía del sur.

 

La invasión de Abyei (una región que ambas partes reclaman) fue un precedente importante en la reciente invasión del sur a la vecina del norte Heglig, detalla Copnall. Pero Abyei no es el único ejemplo que sugiere un estado de larga duración de la guerra entre los vecinos.

 

Muchos de los rebeldes del grupo SPLM que consiguieron la independencia de Sudán del Sur, se quedaron en el norte cuando se oficializó la división. De hecho, Jartum acusa a su vecina del sur, Juba, de apoyar con armas y recursos a los rebeldes que continúan en su territorio.

 

Lo mismo ocurre del otro lado. Organizaciones como SmallArms Survey, una plataforma internacional que estudia el tráfico de armas, asegura que tanto Sudán como Sudán del Sur están apoyando con armas y dinero a grupos rebeldes del otro lado de su fronteras.

 

"Si lees la evolución de los hechos, desde que se declaró la independencia de Sudán del Sur, ambas naciones están enfrentando una especie de guerra de baja intensidad", detalla el corresponsal.

 

Además, subraya, el presidente sudanés, Bashir, podría ser favorable a una dosis de intervención militar "contra un enemigo común para unir una nación fracturada".

 

"Del otro lado de la frontera, con los proyectos y el desarrollo estancado por la falta de petróleo, el presidente de Sudán del Sur, Salva Kiir, puede ver en el fervor patriótico una salida a las crecientes críticas a su gestión", comenta Copnall.

 

Después de los últimos acontecimiento ambas partes están movilizando tropas a la frontera.

 

"No está claro si tienen los recursos o la voluntad de llevar a cabo una guerra durante un largo período. La falta de ingresos procedente del petróleo significa que tampoco habría dinero para costear una guerra. La realidad es que un conflicto sin cuartel sería desastroso para ambas naciones", subraya el experto.

 

Vía | BBC Mundo

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