Los campamentos saharauis se blindan para acoger a los visitantes españoles

Una luz rosa intenso inunda las pistas del aeropuerto militar de Tinduf, puerta de entrada a los campos de refugiados saharauis que, desde hace más de tres décadas, se extienden en la hamada argelina. Cae la tarde sobre el desierto y la caravana del FiSahara aterriza cargada de cine y compromiso con ellos. Un nutrido grupo de militares les recibe. Es la herencia del secuestro de tres cooperantes en la zona hace ya más de seis meses. Ni el Frente Polisario ni la organización quieren sorpresas. La seguridad es prioridad absoluta en este evento.

 

"Aún tenemos en el cuerpo el susto del secuestro de los compañeros, todavía bajo cautiverio -los españoles Enric Gonyalons y Ainhoa Fernández de Rincón, y una tercera de nacionalidad italiana. La vigilancia debe ser absoluta", dice José Taboada, codirector del festival e impulsor de las asociaciones de ayuda al pueblo saharaui en España. Y se nota a cada paso que damos.

 

La caravana del cine deja el aeropuerto escoltada por el ejército argelino. Media hora después entra en la zona que Argelia cedió a la RASD (República Árabe Saharaui Democrática) tras la Marcha Verde de Marruecos sobre el Sáhara Occidental y los Acuerdos de Madrid por los que España repartió su ex colonia a terceros. En ese punto toman el control las fuerzas de seguridad del Frente Polisario, el partido gobernante en el exilio. No volverán a soltarlo.

 

El convoy llega al campamento de Dajla después de cuatro horas y media de trayecto. Es la una de la madrugada y los españoles recogen su equipaje fuertemente escoltados. Hombres armados y con el uniforme militar de la Gendarmería del Polisario -fuerza equivalente a nuestra Guardia Civil- controlan cada movimiento y un saharaui es asignado para velar por la seguridad de cada grupo de cuatro. Ningún español anda suelto: duermen con ellos en la haima que los acoge y serán su sombra durante los días que dure el festival.

 

Salem Lebsir, gobernador de Dajla, explica que cada wilaya ha establecido un plan de acción concreto. "Aquí tenemos una extensa frontera con Mauritania, Mali y Argelia y hemos creado un fuerte cinturón de seguridad para protegerlas", cuenta. Tres anillos de seguridad custodian el campamento: el primero a 80 kiometros, el segundo, a 40 y un tercero más cerca a las áreas pobladas. Además, policías, militares y gendarmes patrullan los barrios de adobe. "Y hemos concienciado a todos los saharauis de que nos ayuden y denuncien en seguida si ven algo raro", matiza. Seguridad extrema.

 

Los propios saharauis se sorprenden del despliegue. "Nunca habíamos visto tantos gendarmes. ¡Qué exageración!", comentan tres de las mujeres que acogen a los invitados en sus haimas. El gobernador de Dajla lo justifica por la sorpresa que les supuso el secuestro: "En los 37 años de conflicto nunca habíamos tenido este tipo de problemas. Nuestra lucha era contra Marruecos, no pensábamos que un acto terrorista así podía ocurrir en nuestro territorio".


Prohibido alquilar coches y ‘toque de queda’

Los agentes velan por la seguridad de todos: organización, periodistas y actores como Juan Diego Botto, Aitana Sánchez-Gijón, Malena Alterio o Eduard Fernández, que comienzan a familiarizarse con los campamentos.

 

Uno de los ‘acompañantes’ asignados, Salam, cuenta que tienen la orden de que no caminemos solos en ningún momento. Se acabó la despreocupación de otros años, en los que subirse a cualquier coche era el medio habitual para alcanzar destino. El secuestro de octubre -en la zona administrativa de Rabuni, donde se establece el protocolo de cooperación- ha marcado un antes y un después en la vida saharaui.

 

La acción la ha reivindicado el Movimiento Yihad en África del Oeste y el Gobierno español negocia su liberación con los tuareg de Mali, pero el golpe de Estado en la zona ha ralentizado el proceso.

 

"Está prohibido subirse en taxis o coches alquilados y moverse por libre de campamento en campamento. Hemos habilitado coches y autobuses oficiales para llevar a cada uno adonde quiera", explica Taboada. La organización del FiSahara ha trabajado a fondo la seguridad con el Polisario. Incluso se ha instaurado una especie de toque de queda cuando cae la noche para que ningún coche circule entre campamentos. Los desplazamientos nocturnos están vetados estos días de visita extranjera. Los cooperantes que trabajan en Rabuni también tienen la orden de moverse en vehículos identificados y avisar de cada desplazamiento.

 

Y es que la solidaridad internacional es clave para la supervivencia de los saharauis en el exilio. "Con los secuestros han querido hacernos daño en ese sentido y la verdad es que lo han conseguido porque ha bajado un poco el interés por venir aquí y ha limitado la libre movilidad que teníamos", reconoce el gobernador. "Pero vamos a cerrar todos los huecos por donde puedan atacarnos. Ahora sabemos que debemos estar preparados", sentencia. Y eso pese al coste económico que supone en unos campos de refugiados asfixiados por los recortes en cooperación.

 

"Para nosotros es raro, un poco incómodo, pero se hace para que los que vengan estén seguros", dice uno de los vendedores de artesanía que expone sus productos aprovechando el festival. Y mientras lo cuenta pasa a escasos metros de él un ‘jeep’ con tres militares y un kalashnikov bien sujeto. A izquierda, cuatro gendarmes hacen guardia a pleno sol.

 

Y se les ve en cada rincón de la wilaya, escoltando a los españoles que visitan las escuelas, a los que deambulan por los proyectos humanitarios o a los que simplemente buscan su haima entre el marasmo de abobe que es el campamento. La gran prioridad del festival parece resuelta. El cine y la solidaridad pueden ocupar sus puestos.

 

Vía | El Mundo

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