Llueven bombas sobre civiles

La sudanesa Hawa Jundi se sienta fuera del refugio improvisado donde sobrevive con su familia y ve que avanza una tormenta con relámpagos, mientras el viento golpea contra la lona atada a los palos. Pero ése es el menor de sus temores. Jundi es una de las decenas de miles –quizás cientos de miles— de personas que se refugiaron en diferentes sitios del sudoriental estado sudanés de Nilo Azul, fronterizo con Etiopía, tras huir de sus aldeas por los bombardeos del gobierno.

Ya hay crisis humanitaria, pero la situación podría agravarse aun más pues los suministros alimenticios están disminuyendo. Jundi y su familia tienen asegurada solo una comida diaria en base a plantas silvestres que recolectan y sorgo que hallan en granjas abandonadas.

Ella y su familia dejaron atrás su aldea en Sally, en Nilo Azul, escapando del ataque de un bombardero Antonov enviado por Jartum. Pero incluso aquí tienen medio.

Jundi casi resultó herida por la esquirla de una bomba lanzada sobre el lecho de un río cercano seco, donde ella y otros aldeanos buscaban gránulos de oro para vender y poder comprar comida. “No sé por qué el Antonov vino y nos bombardeó, pero dejamos nuestra aldea y llegamos a aquí. Y luego, vimos que el avión también venía a este lugar”, señaló.

El Movimiento para la Liberación del Pueblo de Sudán – Facción Norte (MLPS-N), partido proscrito por el gobierno de Omar Al Bashir, sostuvo que Jartum estaba dirigiendo deliberadamente sus ataques contra los civiles. El MLPS-N está afiliado al más amplio Movimiento para la Liberación del Pueblo de Sudán, que gobierna en el nuevo estado independiente de Sudán del Sur.

El partido se opone a las políticas islamistas de Omar al Bashir y a la persecución de las minorías políticas y religiosas. Lanzó una insurgencia en el sudeste sudanés a través de su brazo armado, el Ejército para la Liberación del Pueblo de Sudán – Facción Norte (ELPS-N).

“La principal estrategia de Jartum es bombardear a la población civil para debilitar la voluntad de los combatientes”, dijo el líder del MLPS-N, Malik Agar. Las víctimas “son los familiares de los combatientes: padres, madres, esposas e hijos”, indicó.

Entrevistado en un campamento cercano al baluarte rebelde de Kurmuk, Agar dijo que unas 600.000 personas habrían huido de sus hogares. El número de desplazados es imposible de verificar. Las agencias de ayuda se han retirado desde que el conflicto comenzó a inicios de septiembre, y grupos de derechos humanos no han podido acceder al área.

El 13 de septiembre, el Centro de Noticias de la ONU (Organización de las Naciones Unidas) informó que unas 100.000 personas ya habían huido de sus aldeas, pero funcionarios del foro mundial en Jartum se negaron a dar estimaciones actualizadas. El gobierno sudanés niega que esté bombardeando a civiles deliberadamente. Funcionarios aseguraron que los ataques estaban destinados solo a objetivos militares.

Pero grupos de derechos humanos han acusado a Jartum de bombardear a civiles en la región occidental de Darfur y en el estado de Kordofán del Sur, que tiene frontera con Nilo Azul y donde el ELPS-N lucha contra las fuerzas del gobierno. En Nilo Azul, la fuerza aérea de Sudán utiliza bombarderos Antonov, construidos por los soviéticos y conocidos por su imprecisión. Haya tenido Jartum la intención o no, es claro que los civiles se convirtieron en víctimas.

En la aldea de Maiyes, a unos 20 kilómetros del frente de batalla entre las fuerzas de Al Bashir y el ELPS-N, los residentes contaron que toda una familia de seis miembros murió cuando una bomba impactó sobre su choza una semana atrás. ”Una (de las víctimas) estaba embarazada y tenía el vientre abierto”, contó Heder Abusita, jefe de la aldea. “Rueana Murdis también murió con su pequeña niña. Y también está Bushara. Murió aquí en su casa. Sus pies estaban amputados, y su estómago también abierto”.
Los aldeanos tienen pocas probabilidades de recibir atención médica si resultan heridos. Maiyes está a unas tres horas, a través de un extenuante viaje por carreteras polvorientas, del único hospital en el territorio controlado por los rebeldes. Evan Atar es el único médico en el baluarte rebelde en Kurmuk, y dijo que el hospital se estaba quedando rápidamente sin suministros. Subrayó que el nosocomio tenía la política de atender a todos: soldados del gobierno, rebeldes y civiles.

En una sala del sanatorio, enfermeras vendan las heridas de un combatiente del ELPS-N que, mientras se retuerce en una camilla, emite sonidos inquietantes. Atar explicó que el soldado acababa de llegar del frente de batalla tras haber sido herido en una pierna, y que se le había suministrado ketamina, droga que causa alucinaciones. ”Al comienzo aplicamos una completa anestesia para que se duerma”, explicó Atar. “Cuando hay que vendar no podemos seguir suministrando anestesia, (pero) tenemos que darle algo que no le haga sentir el dolor”.

En otra sala, un anciano, Alton Osman, yace en una cama con vendajes en su muslo y un brazo. Se salvó por poco de una amputación, indicó Atar. Osman había sido herido por la esquirla de una bomba, pero afortunadamente fue hallado por soldados del ELPS-N que lo trasladaron al hospital.

Agar, del MLPS-N, llamó a la comunidad internacional a presionar a Jartum para que dejara de bombardear a civiles y creara un “corredor humanitario” que permitiera a organizaciones no gubernamentales suministrar alimentos y medicamentos a los desplazados.

Los ataques de Jartum han expulsado a grupos humanitarios que trabajaban en el área. En su primer viaje a territorio controlado por rebeldes, entre el 6 y el 8 de este mes, periodistas vieron complejos abandonados por organizaciones internacionales y agencias de la ONU, incluyendo al Programa Mundial de Alimentos. Se espera que, conforme disminuya la cantidad de alimentos disponibles, más refugiados crucen a países limítrofes. La ONU señaló que ya hay 30.000 personas en campamentos instalados en Etiopía.

 

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