La oposición intenta ponerse al frente de las revueltas en Egipto

 El tercer día consecutivo de revueltas en Egipto estuvo marcado por los graves disturbios que tuvieron lugar en las ciudades de Suez e Ismailiya, al norte del país árabe, y por el intento de capitalizar las protestas por parte de las distintas fuerzas políticas, incluidos los Hermanos Musulmanes, que hasta ayer habían mantenido un perfil bajo. Desde el inicio de los altercados el pasado martes, han muerto al menos ocho personas.

El reformista Mohamed el Baradei, ex director de la Agencia Internacional de Energía Atómica y Nobel de la Paz que residía en Viena desde hacía décadas, regresó ayer a El Cairo con la intención de sumarse a las protestas y la ambición de convertirse en el político que conduzca la transición de un régimen autoritario a otro democrático.
La oposición se disputa el liderazgo de unas protestas que surgieron espontáneamente y en las que los jóvenes juegan un papel principal. Se iniciaron como una reacción local a las protestas de Túnez e incluso las muchedumbres repitieron algunas consignas de Túnez que se han popularizado a través de la televisión.

Hermanos Musulmanes llegó a la conclusión de que por ahora no le conviene exhibirse demasiado porque mucha gente le tiene miedo, aunque sean la corriente mejor preparada para suceder al presidente Hosni Mubarak en el caso de que este se vea obligado a retirarse y se convoquen elecciones. Los pocos dirigentes islamistas que quisieron comentar lo que está ocurriendo advirtieron de que la situación a la que se ha llegado no les sorprende y que ellos ya la habían previsto. Un líder islamista, que apoya las protestas, indicó que Egipto está "al borde de una explosión".

Antes de partir para El Cairo, El Baradei pidió la dimisión de Mubarak: "Ha servido al país durante 30 años y le ha llegado el momento de jubilarse". También se refirió a la gran jornada de protesta que se celebrará hoy en todo el país después de la oración del mediodía del viernes, el día de descanso semanal.
Pero aunque se ha ofrecido para dirigir un gobierno de transición, el premio Nobel de la Paz no cuenta con un respaldo popular contrastado. Tal vez por eso se ha ofrecido a dirigir un Ejecutivo de transición; es decir, con la esperanza de incrementar su popularidad.

Los liberales son en realidad una fuerza política diminuta que no cuenta con demasiados seguidores, a pesar de la gran cobertura mediática que reciben en Occidente. Además, a El Baradei se le acusa de residir demasiado tiempo del año en el extranjero y de acudir a Egipto sólo en el último momento para beneficiarse del trabajo silencioso de oposición que muchos egipcios han hecho durante años.

Los disturbios más graves tuvieron lugar en las ciudades de Suez e Ismailiya. En Suez, donde en los pasados días han muerto tres manifestantes, la muchedumbre roció con gasolina y prendió fuego a una caserna de la policía después de que la abandonaran sus ocupantes. El miércoles los manifestantes ya habían incendiado un edificio del Gobierno y otra caserna, unas acciones que las autoridades calificaron de "vandalismo".

También en Suez, los manifestantes lanzaron piedras y cócteles molotov contra la policía, que respondió con gases lacrimógenos y balas de goma. Una organización humanitaria egipcia denunció que las fuerzas de seguridad han sitiado Suez y exigió la dimisión del ministro de Interior.

Detenidos liberados

Las autoridades liberaron a cientos de detenidos, pero otros cientos siguen en prisión. Cuarenta de ellos han pasado a disposición judicial con la acusación de querer deponer al Gobierno. El régimen de Mubarak, por su parte, insiste en que es democrático, en que está preparado para el diálogo y en que no está extralimitándose con los manifestantes. La Bolsa de El Cairo suspendió las cotizaciones después de dos días de fuertes caídas y los partidos de fútbol del fin de semana se han cancelado.

El ministro de Interior, Habib Al Adli, aseguró que Egipto está "estable" y que grupos de manifestantes, aunque se cuenten por millares, no decidirán el futuro de todo el país. Pero, de cara a hoy, las redes sociales seguían funcionando a tope. Decenas de miles de personas han indicado su intención de participar en la protesta y la jornada puede ser decisiva para ver en qué sentido se mueve el país, que probablemente estará en función de la actitud que adopten las fuerzas de seguridad.

El Gobierno transmitió a la población que no tolerará excesos durante la jornada, por lo que será decisivo ver cómo reacciona la policía y sobre todo ver si tiene necesidad de echar mano del ejército para mantener el orden.

La situación se presenta problemática en todos los casos ya que una actuación demasiado contundente podría marcar un cambio sustantivo en la crisis, pero lo mismo podría ocurrir con una actuación demasiado blanda.

 

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