La libertad radical de Baaba Maal

El País, 26 de Enero- Uhm! ¿Que si soy yo el artista más popular de Senegal o ese honor recae en Youssou N’Dour? ¡Demonios!». A Baaba Maal se le escapa una risita divertida y traviesa al otro lado del hilo telefónico mientras repite la pregunta en voz alta. Conoce bien sus méritos, tiene entre sus manos un nuevo disco majestuoso y pudiera estar tentado a exteriorizar sin más rodeos su bien forjada autoestima, pero al final opta por la prudencia diplomática. «Diga que ambos somos muy populares y podemos presumir de carreras extensas. No merece la pena plantear ese tema como si se tratara de una competición».
No hay que ser muy perspicaz, ni siquiera compartir el mismo habitáculo para percibir a través del cable que Maal es ahora mismo un hombre satisfecho consigo mismo. Acaba de cumplir en plena forma 56 años (aunque ningún fisonomista en el mundo le atribuiría muchos más de 40), está obteniendo una acogida excelente con su primer álbum desde Missing you (2001) y, en contra de lo que podría pensarse tras un paréntesis discográfico de estas dimensiones, desarrolla una actividad frenética en el campo del arte, la política y el compromiso social. Incluso también como promotor de conciertos: dirige y selecciona personalmente a los participantes en un festival, el Blues du Fleuve, que tiene lugar en su localidad natal (Podor) y transita ya por su cuarta edición. «No son sólo conciertos. Programo también desfiles de moda, exposiciones de pintura y hasta un gran desfile de carnaval flotante sobre las aguas del río Senegal. Me siento muy orgulloso al comprobar que no hemos dejado de crecer en afluencia de público durante todo este tiempo», enumera, satisfecho.

Las cosas, insiste Baaba Maal, han cambiado mucho en el negocio musical durante estos últimos años. Por eso le resta importancia al hecho de que Television, el nuevo trabajo que hoy nos ocupa, haya constituido su primera visita a un estudio de grabación desde los primeros compases de la década. Entre medias ha rubricado un par de lanzamientos para el entorno del África occidental y un álbum en directo (On the road), cierto. Pero ¿no es demasiado exiguo el bagaje de siete temas nuevos, uno de ellos en dos versiones distintas, después de casi ocho temporadas sin dejar señales de vida?

«No lo creo», rebate con firmeza este cantante, guitarrista e hijo de pescadores. «Es mejor esperar a que encajen las piezas que andas manejando. Television funciona muy bien como una colección de canciones con un sentimiento similar. Además, lo que antes entendíamos por disco es un concepto que se difumina día tras día. La próxima vez puede que publique nuevas canciones como temas individuales, no como partes integrantes de un álbum completo».

Bien pensado, Television refleja parte de esa pasión por las nuevas tecnologías y modelos de explotación que traslucen estas palabras. Si Missing you (Mi yeewnii) era una obra acústica y de vocación tradicional, muy apegada a la memoria de sus ancestros senegaleses, la nueva entrega arranca con sonidos sintetizados, está de principio a fin salpicada por la electrónica y cuenta con la producción del guitarrista neoyorquino Barry Reynolds, uno de los hombres que renovó el sonido de la diva londinense Marianne Faithfull antes de fundar un grupo de significado referencial, la Compass Point Studio Band.

La influencia de la Gran Manzana resulta asimismo evidente en la presencia casi ubicua de la intrigante vocalista Sabina Sciubba, máxima responsable del tono sensual y etéreo en las grabaciones de Brazilian Girls (junto al argentino Didi Gutman, que también figura en los créditos). Si alguien esperaba de Television una eclosión de africanismo hondo y ortodoxo, tendrá que aguardar una ocasión más propicia.

«Lo tengo comprobado. En Occidente, mucha gente tiende a pensar que la música de un músico africano es incompatible con las tecnologías modernas», reconviene Maal. Y se explaya: «Se trata de un profundo error conceptual. Yo estoy muy orgulloso de ser senegalés y pertenecer a los fulani, el pueblo nómada más numeroso del mundo, pero ello no significa que prescinda por norma de esos nuevos sonidos que nos ofrece el progreso. No estoy dispuesto a ceñirme a lo que las audiencias europeas entienden que debiera ser la música africana. A los que piensen así sólo les recordaré un par de detalles. Uno: inventos occidentales como la guitarra o los teclados hunden sus raíces en instrumentos de la tradición africana. Y dos: la música más popular ahora mismo en mi continente no es la étnica, sino el hip hop y derivaciones como el kwaito surafricano o el rap de Nigeria».

Sabe que sus planteamientos pueden herir susceptibilidades, pero los defiende con ardor. «Era muy consciente del punto de partida: hacer algo que no tuviera nada que ver con Mi yeewnii. Ello no implicaba occidentalizar necesariamente mi música, pero sí explorar nuevas técnicas y lenguajes. Renovarse y reinventarse; de lo contrario, un artista pierde gran parte de su interés».

Ese empeño por cambiar las tornas adquiere tintes incluso lingüísticos; aunque sigue cantando casi siempre en dialecto pulaar, la preciosa balada Dakar moon, con su deje medio aflamencado, constituye su primera grabación íntegra en inglés. Algún periodista anglófono se ha mofado del acento de Maal, ciertamente poco académico, pero el aludido ni se inmuta ante objeciones quisquillosas. «Las audiencias de hoy son cada vez más diversas y plurinacionales. ¿Dónde le ven el problema a que yo pretenda comunicarme con tanta gente como me sea posible?». No es la primera vez que Baaba intenta apuntalar las conexiones entre la tradición africana y los oyentes europeos y estadounidenses, pero puede que sus esfuerzos en esta dirección nunca hayan sido tan intensos como esta vez. Influirá, con seguridad, su participación activa durante estos últimos años en Africa Express, proyecto impulsado por una multinacional de ropa deportiva (los tiempos, en efecto, cambian una barbaridad) para facilitar el encuentro entre músicos africanos y occidentales. A tal fin, Maal, Tony Allen, Femi Kuti, Salif Keita, Toumani Diabaté, Tinariwen o Rokia Traoré ejercieron de anfitriones con colegas como Martha Wainwright, Fatboy Slim, Damon Albarn o varios integrantes de Franz Ferdinand y Massive Attack.

Maal aportó a la aventura un tema inédito, Djarabi, que no aparece en el repertorio de Television. Pero, más allá de frutos concretos, el autor de discos como Firin’ in Fouta (1994) o Nomad soul (1998) entiende que el intercambio de ideas entre los participantes garantiza un sustancial enriquecimiento mutuo. «Yo no pretendía impartirles ninguna lección a nuestros invitados, desde luego», aclara, «pero sí hacerles comprender que la esencia de la música africana consiste en la libertad radical a la hora de decidir qué y dónde tocamos. Nuestra música es nuestra vida. Y nosotros, como artistas, debemos comprometernos a ejercer como historiadores y promover nuestro acervo cultural. Tenemos que ayudar a que el mundo abra sus ojos a la realidad africana».

Compromiso. Un término recurrente entre numerosos artistas del continente negro al que Baaba Maal apela en distintas ocasiones a lo largo de la conversación. Siempre se consideró un hombre concienciado, un privilegiado que debía hacer valer su condición de personaje público con estudios musicales académicos en Dakar y un máster en Bellas Artes expedido en París. Pero acabó de convencerse el día en que pudo saludar por vez primera a Nelson Mandela, el ex presidente de Suráfrica y premio Nobel de la Paz.

«El encuentro tuvo lugar en Londres, en Trafalgar Square, poco antes de un concierto», rememora con la precisión de quien detalla un episodio importante en su vida. «Nelson me miró a los ojos y supe que deseaba transmitirme algo profundo. El papel de los músicos, me dijo, es tan importante que mucha gente presta más atención a nuestras canciones y palabras que a las de los políticos. Por eso debemos aprovechar ese regalo para promover cambios sociales y hacer el bien». ¿De qué manera? Maal no cree en los grandes milagros, pero sí en la lluvia fina de las pequeñas aportaciones individuales. «Cada vez que finalizo una gira internacional», detalla, «regreso a Senegal y toco en pueblecitos pequeños. Les hablo de los derechos de la mujer o las campañas de Naciones Unidas. Y a la mañana siguiente, nos sentamos todos juntos para charlar sobre la importancia de la educación o cómo tantas pequeñas cosas cotidianas nos harían ganar en calidad de vida». No es pesimista, pese a todo. Presume de que Senegal es, como Malí, «un país en el que la democracia goza de buena salud», y lamenta que desde la óptica occidental se ofrezca una visión tópica y algo estigmatizada de la realidad africana. «Muchos de los 52 países que integran este continente gozan de sistemas políticos estables. No todo aquí es hambruna e inestabilidad política».

La conversación ha sido prolija y llega el momento de la distensión. A modo de epílogo, Baaba Maal acepta confesar sus debilidades televisivas, ya que tanto interés parece testimoniar con su disco por la pequeña pantalla. «No soy un adicto, pero la consumo», admite. Fútbol y baloncesto, sobre todo, pero también series estadounidenses (24) o la lucha senegalesa, que se ha convertido en un juego extremadamente popular a raíz de que los combates sean televisados. «En mi país incluso hemos sabido adaptar el formato de Gran Hermano con ingredientes de responsabilidad social. Los concursantes aprovechan para promover la educación en las escuelas o la prevención del sida».

-Y una última curiosidad, señor Maal, le interpelamos. ¿Cómo consigue parecer tan joven?

La carcajada proviene de un hotel estadounidense, pero la sentimos como si se hubiera producido delante de nuestras narices.

-Si yo supiera el secreto de eso… ¡Le aseguro que sería un hombre muy rico!.

www.elpais.com/articulo/Babelia/libertad/radical/Baaba/Maal/elpepuculmus/20100123elpbab_31/Tes
 

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