La agridulce carga de los hijos en Níger

País saheliano de África Occidental, y uno de los más pobres del planeta, Níger presenta uno de los índices de natalidad más elevados del mundo: 7,1 hijos por mujer en edad de procrear. Eso se traduce en un crecimiento demográfico del 3,3% anual y en una advertencia: su población alcanzará los 50 millones de habitantes en 2050, si no se hace nada para invertir esta tendencia. Y eso no es una buena noticia para un país en el que el 60% de sus 15,3 millones de habitantes vive con menos de un dólar diario. Las parejas nigerinas, casadas según los preceptos del Islam, que practica el 97% de la población del país, tienden a tener muchos hijos. En todos los matrimonios celebrados según los ritos musulmanes, el marabut y los invitados desean a la joven pareja muchos hijos.

La riqueza de los hijos

Esta percepción del hijo como riqueza, supone una pesada carga sobre las espaldas de Yacouba Tagaza, un campesino polígamo, de 57 años, de la comuna rural de Djangoré, en el departamento de Say (oeste de Níger), que tiene serios problemas para garantizar el bienestar de su familia.

 

Tagaza se casó con su primera esposa a los 25 años y con la segunda cuando ya tenía 40. De las dos uniones nacieron 13 hijos, ocho de la primera esposa y cinco de la segunda. "Por desgracia – cuenta Tagaza – perdí a tres: dos de la primera esposa y uno de la segunda". De los 13 hijos, Tagaza ya tiene dos hijas casadas. Una de ellas, Aïssa Yacouba, de 21 años, siguiendo los pasos de su madre, ya tiene dos hijos. "Mi madre – sostiene Aïssa – ha tenido nueve hijos y mi deseo es tener tantos como ella. Esto implica el respeto y la consideración de la mujer en nuestra sociedad".

 

Todos los de Tagaza han sido escolarizados hasta los siete años, pero ninguno ha conseguido pasar la primaria. "Si la escuela no funciona, los niños tienen las tareas agrícolas y las niñas la posibilidad de casarse", explica el hombre, a quien tres de sus hijos ayudan en las actividades del campo. Aunque reconoce que es difícil manejar una familia numerosa. "La producción no es suficiente para alimentar a los hijos, aunque la cosecha haya sido buena. Para compensar, recogemos leña del bosque, que vendemos para ganar un poco de dinero. Toda la aldea va a buscar leña para poder comprar comida", cuenta este campesino, que también vive del apoyo que recibe de otros parientes. Añade que también le ayuda un hermano que vive en Lomé (Togo) y otro que vive en la capital de Níger, Niamey.

 

En Níger, es importante la cifra de hijos, pero también lo es la de los que sobreviven. Hadjo Abdou, de 52 años, la primera esposa de Tagaza, tiene ocho hijos vivos. Y tomó la decisión de no tener más por los problemas que tuvo al dar a luz a los dos últimos. Una decisión, por cierto, con la que Tagaza estuvo de acuerdo. "Las complicaciones después del último embarazo – recuerda Hadjo – obligaron a que me llevaran a Say, luego a Niamey donde pude, finalmente, dar a luz tras una cesárea… pero el bebé no lo resistió y murió".

 

En cualquier caso, ella piensa que es importante que una mujer casada tenga muchos hijos con la esperanza de ver que al menos uno de ellos consigue algo en la vida y pueda ayudar a toda la familia. Sin embargo, "la problemática de la alimentación no debe ser un motivo para renunciar a la natalidad", opina Hadjo.

 

Soumana Amadou, un campesino de 42 años, vive en el mismo asentamiento de Tagaza, con una mujer con la que tuvo cuatro hijos, en nueve años de matrimonio, de los que le viven tres. Su esposa y él son defensores de tener hijos a pesar de la precariedad material y en la que viven. Bintou Amadou, de 27 años, la esposa de Soumana Amadou, explica que ha tenido a todos sus hijos en su casa, con la ayuda de una partera. La pareja quiere tener diez hijos. Soumana dice que le hubiera "gustado tener más hijos en estos nueve años", y que, al menos va a tener diez. Bintou Soumana explica que una mujer casada y sin hijos no está bien vista. Además justifica que "a menudo un hombre debe tomar una segunda esposa para tener descendencia".

Cambio de tendencia

Pero estos últimos años, la mentalidad ha ido experimentando una evolución al respecto gracias a la escolarización de las niñas y también por las dificultades de disponer de alimentos tras las sequías cíclicas que afectan al país.

 

A pesar de las limitaciones, el espaciamiento entre los nacimientos mediante medios anticonceptivos modernos es cada vez más habitual, tanto en las ciudades como en el campo, según Hassane Habsatou, un enfermera que trabaja en la maternidad del distrito sanitario de Say. "La anticoncepción – cuenta – tiene apoyos, especialmente entre las mujeres, que piden métodos adaptados a ellas".

 

Pero para llegar a este punto ha hecho falta recorrer un largo camino, y convencer a muchos maridos que, en su mayoría, se oponían categóricamente a esta práctica. "Tuvimos muchos problemas por haber propuesto el uso de contraceptivos a las mujeres, pero, en la actualidad, son sobre todo los maridos los que nos los piden", se alegra Habsatou. Kadidia Cissé Gado, una joven de 27 años de Say, forma parte de las que utilizan la píldora, con el consentimiento del esposo. "La contracepción protege la salud de la mujer y de los niños", defiende.

 

Pero son sólo las jóvenes que tienen un cierto nivel de formación las que conocen los beneficios de la contracepción. Aunque esta es una visión compartida Safia Kadri, una viuda de 60 años de la aldea de Tagaza, que tuvo diez hijos pero sólo dos siguen vivos. Safia Kadri recuerda que "no conocíamos los métodos anticonceptivos en aquella época, lo que hacía que los niños nacieran uno tras otro, así que apenas se llevan dos años entre ellos. Tres murieron durante el parto y dos no llegaron a los cinco años…"

 

Safia Kadri se une a las jóvenes que creen que cuatro, o máximo cinco, hijos es una buena cifra. Esto, según ella, permite brindarles las atenciones que necesitan y les ayuda a tener un crecimiento normal gracias a una alimentación suficiente. Ella considera que la anticoncepción es una cosa buena para las jóvenes ya que permite que sus hijos tengan la oportunidad de sobrevivir e impide que las mujeres envejezcan precozmente por culpa de tantos embarazos.

 

Vía | El Mundo

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