Javier Reverte: ‘África se parece a la España de mi infancia’

 Como la Karen Blixen de ‘Memorias de África’, Javier Reverte (Madrid, 1944) nunca ha podido olvidar ese continente. El olor de su tierra, el de sus árboles y su "aire acariciador" le sedujeron hace más de 30 años y, desde entonces, ha tenido obligación de regresar. Una y otra vez. Pero los dos últimos viajes -que le llevaron por Kenia, Tanzania y Zambia- fueron una sorpresa. Varios amigos, su hijo y su hermano le pidieron que fuera su guía y no pudo negarse. Antes de emprenderlos, pensaba, que no iba a volver.

"Viajar a África en las condiciones que yo viajo es bastante fatigoso, porque lo hago como un mochilero y ya no soy un crío. Soy, como dicen en África, ‘de una edad de respeto’". Reverte relata el periplo y sus sensaciones sentado a pocos metros de la Feria del Libro, donde pasará los dos próximos fines de semana, fiel a sus lectores. Aceptó la propuesta de los suyos sin intención de escribir. Creía que con su ‘Trilogía de África’ (‘El sueño de África’, ‘Vagabundo en África’ y ‘Los caminos perdidos de África’) ya había dicho suficiente. Pero, como siempre, llevaba el bloc de notas y aquellas experiencias se convirtieron en un libro, ‘Colinas que arden, lagos de fuego’ (Plaza y Janés).

 

"Tengo decidido no volver allí ni escribir más sobre África, pero ya no puedo poner la mano en el fuego, porque siempre me atrae. África es como una mala mujer de la que estás enamorado y vuelves una y otra vez, porque no tienes más remedio". Asegura que cuando está mucho tiempo lejos de esa ‘mujer’, extraña su sensualidad, su sensorialidad porque, aunque "nuestra sociedad europea es muy cómoda", "echas de menos la simpatía de la gente, su calidez, esa naturaleza… Además, África tiene muchos rasgos que me recuerdan a mi infancia. Primero por las historias que leí, empezando por los libros de Tarzán de los Monos y aquellas películas. Y luego porque me recuerda a esa España de los años 50".

 

‘Un viajero nunca es experto del todo’

De los dos viajes recogidos en su libro, Reverte se queda con la sensación de camaradería vivida con sus compañeros y, como buen mitómano, con sus visitas al lago Turkana ("ese lago feroz poderoso que parece que acaba de producirse el Big Bang, donde se rodó la película ‘El jardinero fiel’") y al Tanganika: "Navegar por él con ese barco, el ‘Liemba’, que es de 1914 y que dio origen a la historia de ‘La reina de África’. Cuando ese barco desaparezca se acabará un pedazo de historia de África. Es un carcamal incómodo y sus condiciones higiénicas y sanitarias no son buenas pero es precioso y, cuando uno viaja a bordo de un mito, el alma se llena de felicidad".

Como buen viajero -"un viajero nunca es experto del todo, porque es muy curioso y se mete en muchas situaciones que no controla bien"-, recomienza dejarse el móvil y el ordenador en casa, desconectar de la vida cotidiana y no tener prejuicio alguno: "Lo primero que hay que hacer es desconectar de tu vida cotidiana. Si llevo el móvil y el ordenador siento que no he salido. No puedo estar en un parque perdido de África y que me llamen del banco para ofrecerme una promoción. Y no puedes ver los mismos rostros, oír las mismas voces; cuando viajo yo quiero vivir en otro mundo. Durante muchos años, y yo tengo ‘sesentaytantos’, hemos vivido sin eso y tan ricamente. Por qué no volver por un tiempo a un espacio primitivo".

 

Un lugar en el que gritar "Salud y aventura", el brindis que comparte habitualmente con sus amigos y sentirse, aunque sólo de espíritu, algo más joven: "Hay que buscar lo que no conoces, asomarte a ello sin miedo porque te puede transformar. Esa es la aventura para mí. No jugarte la vida y que te silben las balas y las flechas. Eso es una idiotez".

 

Vía | El Mundo

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