Huida caótica de los rebeldes hacia Bengasi

MUNDO
El bando revolucionario, del que se pone en duda su capacidad para utilizar un equipo bélico sofisticado, pierde otra vez el terreno ganado

Bengasi entierra cuerpos de soldados sin identificar de las filas enemigas. Ocho uniformados que trataron de tomar la capital rebelde la semana pasada y que perdieron la vida en el intento. Mientras un grupo de voluntarios rebeldes reza por sus almas y una excavadora enorme cubre los cadáveres envueltos en fundas verdes con tierra, en la otra punta del enorme cementerio de Bengasi cientos de personas despiden a un revolucionario caído en combate. Las dos caras de una guerra en la que el frente es de ida y vuelta en las últimas jornadas.

Tras un avance espectacular favorecido por los duros ataques aéreos de la alianza, los sublevados volvieron a perder posiciones por segundo día consecutivo y los uniformados de Gadafi vuelven a colocarse a las puertas de Ajdabiya, a 160 kilómetros de Bengasi, enclave estratégico desde el que tendrían acceso directo a Tobruk y a la carretera que va hasta la frontera con Egipto.

La solidez de las unidades terrestres gadafistas contrasta con las fisuras en la cúpula política que ayer sufrió un duro revés tras la huida de Libia del ministro de Exteriores, Musa Kousa, según informó la cadena Al-Yasira. Lo que parecía una visita privada al vecino Túnez acabó con el abandono de sus funciones y la marcha a Londres, a donde llegó en un vuelo comercial. El anuncio hizo estallar de júbilo a los cientos de personas que cada atardecer siguen las noticias del canal catarí en una pantalla gigante en la plaza de Bengasi. Único grito de alegría en una jornada negra para sus milicianos.

«Se trata de un repliegue táctico. Vamos a agruparnos para avanzar con más orden», confesaba un mando rebelde vía telefónica a media mañana, poco antes de la caída de Ras Lanuf. El repliegue es en realidad una estampida en toda regla de camionetas y vehículos particulares pisando a fondo el acelerador para alejarse de la artillería gadafista. Tras llegar el domingo a apenas 30 kilómetros de Sirte, localidad natal de Gadafi, el lunes los insurgentes perdieron Bin Yawad y ayer Ras Lanuf y Brega, las dos localidades petroleras con las que los rebeldes soñaban con relanzar su economía y cortar los recursos del régimen. «¡A este paso les tenemos de nuevo en Bengasi para el fin de semana, que alguien haga algo!», era el comentario general en las calles de la capital rebelde donde se seguían en silencio las informaciones del frente. Nada que ver con la euforia de las jornadas anteriores donde todo era avance y celebración por el terreno conquistado sin apenas haber encontrado oposición.

«Tenemos dos problemas»
El parte de guerra del portavoz del Consejo Nacional en Bengasi, Ahmed Bani, confirmó el retroceso de sus líneas aunque matizó que «se está combatiendo por Brega, y Ajdabiya es ahora nuestro puesto de defensa» y pidió a la comunidad internacional «un nuevo ataque» contra las unidades enemigas que avanzan de nuevo de forma peligrosa hacia la capital rebelde. El signo más claro de la falta de confianza en las fuerzas rebeldes es el rápido éxodo de las familias que en las últimas horas habían regresado a sus aldeas liberadas y que se han vuelto a encontrar en plena línea del frente.

Los bombardeos aliados lograron detener la primera ofensiva gadafista y acabar con su fuerza aérea. Sin embargo, los últimos acontecimientos han demostrado que sus unidades terrestres, mejor equipadas y organizadas, son suficientes para doblegar al caótico ejército rebelde que ahora mira al cielo y el mar a la espera de la ofensiva internacional salvadora que les vuelva a quitar del medio al enemigo.

«Tenemos armas suficientes, pero hay dos problemas. El primero es que son viejas y el segundo y más grave es que la mayor parte de los voluntarios no saben manejarlas. Así que aunque lleguen armas extranjeras necesitaríamos tiempo para adiestrar a nuestras fuerzas y ahora no disponemos de ese tiempo», lamenta un ex alto mando del Ejército hoy en la reserva que pide mantener el anonimato porque tiene familia en Trípoli y teme posibles represalias.

La impotencia terrestre de los opositores ha abierto un debate en el que estadounidenses y británicos han puesto sobre la mesa la opción de armar a la guerrilla para ayudarle en su intento de poner fin a más de cuatro décadas de dictadura.

La noticia positiva del día para el bando rebelde llegó desde Misrata, tercera ciudad de Libia y último feudo opositor en el oeste, donde por primera vez pudo llegar ayuda humanitaria y lo hizo por vía marítima. En la oficina de la Media Luna Roja de Bengasi recibieron con alivio la liberación del puerto de esta ciudad y denunciaron «los ataques de los uniformados de Gadafi contra nuestra sede y su negativa a autorizar un corredor humanitario para la evacuación de heridos y el transporte de medicinas».

El hundimiento la víspera de tres barcos libios tras un ataque estadounidense hizo posible el envío de ayuda a un lugar cercado desde hace cuatro semanas y donde al menos otras ocho personas perdieron la vida, según fuentes médicas, a causa de los bombardeos gadafistas. El organismo internacional ha recibido una lista de las bajas civiles en Misrata entre los días 16 y 22 de marzo que eleva a 106 el número de muertos, «una cifra que ahora mismo estará ampliamente superada porque la última semana, de la que aun no tenemos datos, ha sido muy dura», aseguran responsables de la Media Luna Roja.

Dejar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *