El Insaciable Kabila

África Fundación Sur, 28 de Abril- En el continente africano, ante la proximidad de elecciones presidenciales, la tentación de manosear las constituciones es grande. Las disposiciones objeto de cambio son generalmente las relativas a la limitación del mandato presidencial. Los poderes establecidos tienen tendencia a hacer saltar el cerrojo de la limitación para permitir a los presidentes en ejercicio presentarse cuantas veces quieran.

Sólo Mali se ha distinguido últimamente con Amadou Toumani Touré, que ha dicho alto y fuerte que no hará saltar el cerrojo de la limitación del número de mandatos presidenciales para volverse a presentar al término del suyo en junio de 2011. En el mismo momento, los diputados de Djibuti lo han saltado, abriendo la vía al poder vitalicio de Omar Guelleh, que en consecuencia puede ser candidato a la magistratura suprema cuantas veces lo desee.

La lista de países tentados por el “manoseo” está lejos de cerrarse y no tardará a alargarse aquí o allá. Si bien en Burkina, el partido en el poder todavía no ha dado el paso con claridad en el sentido de revisar el artículo 35 de la Constitución, que limita a dos el número de mandatos presidenciales, no es el caso de la República Democrática del Congo. En este país, el presidente de la Asamblea nacional ya ha dado el tono el pasado 15 de marzo con ocasión de la apertura de la sesión parlamentaria. Evariste Boshab ha hablado de la eventualidad de una revisión de la Constitución, promulgada el 18 de febrero de 2006.

La explicación dada a esta eventualidad es que “esta revisión es un ejercicio legal, ya que la Constitución debe adaptarse a la realidad de un pueblo”. Desde entonces corren las hipótesis sin precisar qué es lo que será “cortado y eliminado”. Pero no hay que equivocarse. El artículo sobre la limitación del mandato presidencial va a salir por la ventana. El presidente Kabila va a ser el principal beneficiario de esta ejecución programada. No será él el que se queje; sería hipócrita por su parte, cuando se le abre la avenida hacia una presidencia vitalicia. Hasta ahora, nada ha dicho ni hecho que demuestre que lo que se perfila en el horizonte le desagrade. Y como quien calla otorga, está de acuerdo con el retroceso democrático que va a operarse. La maniobra le permitirá continuar dirigiendo tranquilamente este vasto país con un subsuelo rico y presa de permanente inestabilidad, sobre todo en las fronteras con Ruanda y Uganda.

Sin embargo, las rebeliones no turban su sueño, a la vista de que su poder no está amenazado. En efecto, no le es dado a cualquiera caminar sobre miles de kilómetros para tomar el poder como lo hizo el difunto Kabila-padre, que derrumbó a Mobutu, ese hombre que dirigió el ex Zaire con mano de hierro durante treinta y dos años. Kabila-hijo no se siente inquieto por ese lado. Tampoco se siente inquietado por la sociedad civil congoleña en su conjunto, que no protesta demasiado contra el poder vitalicio, como otros lo hacen por ahí. Por el momento, es el silencio y la lucha diaria por la supervivencia. Los ciudadanos, que desde muy pronto han aprendido a no contar con el Estado, parecen tener preocupaciones más importantes. Sólo los políticos de la oposición dan la voz de alarma, sin poder cambiar verdaderamente el curso de los acontecimientos. En suma, la insaciabilidad de Kabila por el poder tiene tiempo para desarrollarse.

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