El desafío africano

El Correo, 1 de Febrero- El auge de la piratería en el Índico, que ha acabado forzando a la comunidad internacional a un inédito despliegue para proteger una de las principales rutas comerciales del mundo, y la penetración de las redes vinculadas a Al-Qaida en las sociedades con mayor arraigo del islamismo han incentivado en los últimos meses la inquietud de las potencias occidentales sobre el futuro de África. Un continente en el que los avances para extender la paz, el desarrollo social y el progreso económico siguen teniendo que lidiar con los graves escollos de una pobreza sin parangón en parte del territorio, de crueles conflictos enquistados como el de Sudán o de la falta de democracia y respeto a los derechos humanos que lastran cualquier intento de construir un porvenir estable y en libertad. Ayer, en su discurso en la XIV Cumbre de la Unión Africana, José Luis Rodríguez Zapatero apeló a una relación «de igual a igual» con la región y, en su calidad de presidente por turno de la UE, llamó a la comunidad internacional a dedicar un esfuerzo especial a Somalia para impedir que se transforme definitivamente en lanzadera de la piratería y el terrorismo. Resulta obvio que el fallido Estado somalí se ha convertido en un riesgo para la seguridad común y que es preciso refrenar una actividad delictiva que rebasa sus fronteras; como es necesario apuntalar la cooperación con los Estados concernidos por el asentamiento de terroristas en el Sahel y los secuestros de extranjeros o, en otro ámbito, poner coto a las mafias de la inmigración ilegal. Pero la alusión de Rodríguez Zapatero a la amenaza que entraña la inestabilidad en Somalia y su propia preocupación por la suerte de los tres cooperantes catalanes subrayan, por una parte, las insuficiencias de la política de gobiernos e instituciones internacionales en torno a África; y, por otra, suponen admitir implícitamente que esa misma política se ha venido reactivando en función de intereses nacionales, como bien lo demuestra la inquisitiva mirada con que otras potencias asisten a la creciente influencia de China en el continente. La UE no puede olvidar que alberga a antiguas metrópolis del territorio africano. Y no puede desentenderse, ni por el devenir histórico ni por los desafíos presentes y futuros, de su democratización y desarrollo.

www.elcorreodigital.com/vizcaya/prensa/20100201/opinion/desafio-africano-20100201.html
 

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