Aventura gallega en la República Democrática del Congo

"Es un país riquísimo". Así comienza el gallego Breogán Pereiro su explicación sobre la aventura africana que comienza como futbolista este lunes en la República Democrática del Congo. Y es que el fútbol de las estrellas requiere de dinero y, en este país al parecer, algunos lo tienen por eso los empresarios pueden comenzar a montar una liga con nombres europeos.

 

El destino de Breogán es un equipo de la primera división cuyo nombre es el F.C. Saint Éloi Lupopo, de la segunda ciudad del país, Lubumbashi. Al parecer, y siempre según la parte interesada, el equipo es bastante bueno y los resultados parecen acreditar la sensación de su nuevo fichaje. El club de Breo juega la Copa de la Confederación Africana, una especie de Copa de la UEFA, y las aspiraciones de su presidente son ir a más.

 

De momento no tiene más datos. A sus 23 años se enfrenta al desafío que supone partir para el corazón de África con la única certeza de que tendrá como compañeros a otro futbolista europeo y la compañía entusiasta de la afición, que recibió en la presentación a los nuevos miembros del equipo como si fueran auténticas figuras consagradas. Y este dato no le pasó desapercibido a Breogán, que una y otra vez repite que "la sensación fue increíble, sólo escuchábamos a gente que aplaudía, nos vitoreaba y llenaba las calles de una forma espectacular".

 

Su residencia será un hotel de cinco estrellas -que "no son como los de aquí"- y su único objetivo triunfar. Breogán repite hasta la saciedad que tuvo mucha suerte porque "estaba estudiando en Italia y me vio un ojeador africano que se fijó en mí y me llevó". El paso siguiente fue consultárselo a su familia pero al final "tuve que decidir yo, porque mis padres sólo me pedían que terminase los estudios y eso esta finiquitado".

 

El trabajo de situación ya lo ha hecho e incluso recuerda el conflicto civil que provocó la llegada de Laurent Kabila al poder y el cambio de nombre del antiguo Zaire a la actual República del Cogo. No obstante, el jugador tiene claro que va a jugar al fútbol y recurre a los datos estadísticos para justificar su decisión de aceptar tan "tentadora oferta".

 

"En los entrenamientos del equipo hay unos 5.000 espectadores y en los partidos tenemos 50.000 que no fallan ni un solo fin de semana", explica. Reconoce que "los estadios no son tan imponentes como los europeos" pero advierte de que "son países en crecimiento y los presidentes tienen mucho dinero y en los últimos años hay algún estadio de 90.000".

 

Breogán Pereiro, a pesar de su carácter extrovertido, no gusta de hablar de sí mismo pero se le escapa la frase "siempre marco algún gol". Un tanto ruborizado por la confesión, glosa su propia afirmación diciendo: "Yo juego de media punta y me ficharon para que dé pases de gol y remate alguna jugada, se trata de dar un plus de calidad en medio campo".

 

El futbolista del St Éloi aclara que "hay gente que me ve un cierto parecido con Silva (Manchester United) porque es muy rápido y resulta decisivo en el último pase".

 

A punto de iniciar un viaje decisivo, y sin miedo, cree que además de "crecer profesionalmente en el mundo del fútbol" su estancia en África le servirá para valorar otras cosas, "porque allí la gente es feliz con una botella de agua y esto sólo lo crees cuando lo ves".

 

En la maleta también se lleva su vieja ambición paralela de ser un diseñador de moda. Realizó su estudios en la Escuela Felicidad Duce de Allariz (Ourense) y tras presentar conatos de una primera colección para mujer, no quiere que su intento de crear y pensar en cómo vestir al hombre y a la mujer se quede en el olvido. De ahí que aproveche sus ratos libres para pensar en una línea de ropa inspirada en África "porque la inspiración dónde mejor se coge es viendo todo".

 

La maleta está hecha y la decisión tomada. Tras pasear por el Villareal y distintos equipos gallegos de Segunda B y Tercera, ve en la República Democrática del Congo la posibilidad definitiva de consolidarse como un buen jugador de fútbol y quiere aprovecharla.

 

Vía | El Mundo

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